8.- Frialdad.

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Ángelo

Tomo una inhalación antes de bajar del auto. Franco camina a mi costado con paso firme. Hace una hora y media que había terminado el juicio de custodia, y claramente, el resultado no fue el que esperaba.

—Esos idiotas están haciendo algo —masculla Franco—. Estamos en su territorio, los cobardes saben que aceptar un juicio en Italia les daría menos probabilidades de ganar.

No respondo. Ambos caminamos en silencio hacia la entrada del juzgado familiar. Al terminar el juicio volvimos al hotel porque realmente no tenía ánimos de que algún reportero de revistas para chismes me captara esperando en los juzgados.

—¿Crees que te recuerde?

—Claro que lo hará —respondo.

Un par de hombres me saludan en los pasillos, me limito a darles un par de asentimientos antes de detenerme frente a la sala, en donde esperan por mí.

Las puertas se abren, y mi entera fortaleza flaquea cuando lo miro.

—¡Papá! —La cabellera rubia se deja ver, una sonrisa entusiasta se apodera de los labios de Jacob.

—Hola, campeón —me inclino para recibirlo en brazos. Se abraza a mi cuerpo y lo elevo, olvidándome de todo por ese par de instantes en los cuales lo tengo apegado a mi pecho—. ¿Cómo has estado?

—Te he extrañado —dice formando un mohín—. Mamá dice que nunca puedes atender el teléfono.

La molestia vuelve, tenso la mandíbula intentando controlar el enojo que se filtra en mi sistema. Sin embargo, me las arreglo para sonreír.

—No debes creer todo lo que tu madre dice —expreso—. En realidad, ahora podremos hablar más. ¿No te lo ha dicho tu madre?

—¡Iré a Italia! —grita con emoción.

—Así es. Cuando el curso escolar acabe nosotros tendremos unas vacaciones como hace tiempo no tenemos.

Él está por responder, hasta que la presencia de la mujer que me arruinó, aparece.

—Vaya, el gran Ángelo Lombardi —dejo a Jacob en el piso, y sonrío con falsedad—. Ha pasado tiempo.

Renata Davies sonríe hacia mí. Viene del brazo de Russell, su esposo.

Soy consciente de la manera en la que su mirada me recorre por completo, y me siento un poco mejor cuando repara en los accesorios lujosos que porto. Si dijera que no los traje conmigo para impresionar, sería un mentiroso.

Quería dejarle en claro que ya no soy el pobre diablo que abandonó San Francisco.

—Parece que te ha ido bien —dice.

—¿No es por eso que solicitaste un aumento de pensión? —inquiero entrecerrando los ojos—. Que claramente se te concedió.

Acaricio el cabello de Jacob, quien permanece en silencio mirando a su madre.

—Tengo una buena noticia para ti —me coloco a su altura—. No podrás venir conmigo hoy a Italia, pero podremos dar un paseo juntos.

—Ángelo...

—Por si no recuerdas, las visitas supervisadas se acabaron —le recuerdo a la mujer que nos mira con molestia—. Así que, durante las tres horas que siguen, puedo llevarme a mi hijo a donde me plazca.

Eso era lo único bueno que conseguí. Que no hubiese un maldito guardia supervisando las visitas con Jacob, y poder llevarlo a Italia conmigo para las vacaciones de verano.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Место, где живут истории. Откройте их для себя