14.- Una familia.

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Ángelo.

Una ducha fría a las dos de la mañana, no es la mejor opción.

Isabela se fue enfurecida de la casa, y yo, aunque lo intenté, no pude pegar el ojo en toda la noche.

Tuve que asistir a un par de reuniones en las oficinas de los casinos desde temprano así que cargué conmigo un bote de café cargado para no morir en el largo día que esperaba. Sabía bien que el mar humor que me acompañaba, no era precisamente por la mala noche.

Sino por cierta rubia que había decidido irrumpir a mi habitación en la madrugada.

—Uh, te ves mal —Franco ingresa a la oficina con una sonrisa divertida—. ¿Qué ocurrió contigo?

—Un polvo a medias y una mala noche —lo miro con molestia cuando él se carcajea.

—¿Un polvo a medias? ¿De verdad? —se acomoda en el asiento, apoyando los brazos a los costados del sillón y me mira curioso—. ¿Con Isabela? ¿Decidió...?

—Haces demasiadas preguntas —mascullo cerrando las carpetas con todos los documentos que requerían mi firma.

—Es que me causa curiosidad, como es que dejas un polvo a medias —expresa.

—Sí, bueno, no fue porque quisiera. Sino porque la niñera decidió que era buena idea reclamar por el ruido —la molestia se presenta en mi sistema de solo recordarlo—. Se toma demasiadas atribuciones.

—¿Y sigue trabajando contigo?

—Claramente, no voy a despedirla —Franco eleva una de sus cejas—. ¿Qué?

—Bueno, has despedido a gente por cosas menores —dice—. Todos creen que eres un tirano y un idiota sin corazón, así que me sorprende.

—Puede que tal vez sea un poco de eso —admito—. Pero las niñas se han acostumbrado a ella, y es buena. Así que puedo tolerar que me interrumpa mis polvos.

Franco ríe, revisa algo en el celular y luego me mira.

—¿Ya te has encariñado con ellas? —cuestiona.

—¿Por qué todo el mundo piensa que no las quiero? —cuestiono con exasperación—. No me sentía listo para estar con ellas, pero eso no quería decir que no sintiera afecto por mis sobrinas.

—Bueno, es que tomando en cuenta lo que decías, fue fácil deducirlo —se encoge de hombros—. Pero me alegra en verdad que estén contigo, mereces eso.

—¿Qué cosa?

—Una familia —resoplo incorporándome para salir—. Oh, vamos, no me dejes hablando solo.

—Comienzas a decir idioteces que no quiero escuchar —musito—. He acabado aquí así que volveré a casa, si hay algún pendiente, resuélvelo.

—Sí señor —lo miro con fastidio cuando habla en ese tono, él luce divertido

Salgo de la oficina mirando la hora en el reloj, las niñas aún estaban en el colegio así que tenía al menos un par de horas para descansar sin el riesgo de ser despertado.

No tenía ánimos para conducir así que el señor Bruno me espera afuera de las oficinas del casino, intercambiamos un par de saludos y luego nos encaminamos a la casa.

Respondo un par de mensajes importantes, y luego dejo el teléfono de lado. Apoyo la cabeza contra el respaldo de asiento y cierro los ojos, el recuerdo de lo que ocurrió hace algunas horas vuelve a mi mente.

Joder con Daphne. ¿Realmente tuvo el atrevimiento de hacer aquello? Y luego estaba el asunto de Isabela, que se comportaba más brusca que de costumbre, parecía que todo lo relacionado con las niñas le molestaba, incluida a la niñera.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora