Epílogo.

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Daphne

De acuerdo, realmente lo que sucedió tres meses después de nuestra luna de miel no estuvo planeado ni de cerca.

Parece que teníamos suerte, ya que fuimos ese uno por ciento de error que la inyección anticonceptiva marcaba. Pero a pesar de que no lo planeamos, de que nada de eso entraba en nuestros planes, fuimos tan felices al confirmar que una pequeña vida se comenzaba a formar en mi interior.

Ángelo mostró una faceta nunca antes vista, si con los desastres se convertía en alguien paternal, cuando mi embarazo comenzó a notarse, él se convirtió en un hombre tan atento y cuidadoso que me llenaba de ternura.

—¿Cuándo es la cita con el médico? —inquiere Ángelo mientras lleva los labios hacia el borde de la taza.

—Mañana por la tarde, ¿vendrás?

—Claramente, ¿Cómo me perdería saber si mi futuro desastre será niño o niña?

—Nuestro futuro desastre —corrijo mirándolo con fastidio.

El ríe levemente, se relame los labios mientras deja la taza a un lado y se acerca.

—Cada día luces más hermosa —murmura mirando mi vientre, mis comisuras se tensan en una sonrisa cuando el acaricia mi pequeño pero abultado vientre

Sus labios se encuentran con mi frente, el contacto cálido me hace sonreír. Permanece unos cortos segundos, pero es suficiente para hacerme sentir reconfortada.

Tengo cuatro meses de embarazo, en estos cuatro meses he experimentado tantos cambios de humor como nunca en mi vida. Las nauseas estuvieron presentes durante los primeros dos meses, la sensación de fatiga y cansancio se apoderó de todo mi sistema, pero él fue tan paciente.

A veces incluso me sentía mal por los cambios drásticos de humor, o cuando terminaba gritando por algo que no lo merecía, ¿y que hacía él? Traer helado de tantos sabores como le era posible o hacer citas en salones de spa y relajación.

Cada día confirmaba que elegirlo como mi compañero de vida, fue la mejor de mis elecciones.

—Debo ir a los casinos —informa dejando ahora un rápido beso sobre mis labios—. Volveré temprano para ir a cenar, tal y como lo prometí.

—Harás que suba de peso —me quejo.

—Bueno pues entonces cenaremos ensaladas —asegura con una sonrisa—. De eso no te preocupes.

Vuelve a besarme y se aparta.

—Te veo en la noche, cielo.

—Te veo en la noche.

Lo miro caminar hacia la puerta, me apoyo contra la barra de la cocina y suspiro. Una de mis manos viaja hasta mi vientre e imparto una suave caricia.

—¿Estarás listo para mostrarte? —inquiero mirando mi vientre—. No nos harás esperar demasiado, ¿o sí?

Un pequeño movimiento hace que mi sonrisa se ensanche un poco más, un leve revoloteo.

—Oh, ¿te gusta que mamá te hable? —inquiero afirmando un poco el agarre sobre la zona para conseguir sentir mejor el movimiento. Cuando se repite, una leve risa me invade—. Bueno, ¿puedes ser un buen bebé y dejarte mostrar mañana? Tu papi y yo deseamos saber si serás una mini Daphne, o un mini Ángelo.

Me rio ante la imagen que tengo de mí hablándole a mi vientre. Tomo una inhalación mientras continuo con las caricias en la zona, solo debíamos esperar un poco más.

Un poco para saber si nuestro futuro desastre le causaría infartos a su padre o por el contrario, tendría a un mini Ángelo corriendo por la casa.

Solo teníamos que esperar un poco más.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Onde histórias criam vida. Descubra agora