11.- Desastres por resolver.

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Ángelo.

Son cerca de las tres de la mañana cuando vuelvo a casa, me quito el saco antes de entrar y suspiro mientras ingreso las llaves en la cerradura.

Apenas abro la puerta, la silueta de la señora Wilson es reconocible, se incorpora con prisa hasta llegar a donde me encuentro, y me intercepta antes de llegar a las escaleras.

—Señor Lombardi, que bueno que vuelve.

—Buenas noches, señora Wilson —saludo—. Es tarde, ¿por qué sigue despierta?

—Señor, intentamos llamarlo, la señorita Daphne...

—Ah, cierto, ¿qué ocurrió con Lía? —inquiero esquivándola para continuar con mi camino.

—La llevaron a urgencias —me detengo, giro de manera abrupta mirándola con alarma.

—¿Qué? ¿A urgencias? Pero, ¿qué fue lo que le pasó?

—No sabemos, tenía mucha fiebre y parecía que dolor también, la señorita Daphne intentó llamarlo, pero no tomó el teléfono. Así que decidió llevar a la pequeña a urgencias.

Suelto una palabrota, me olvido del cansancio, del sueño y de todo mientras me vuelvo hacia la puerta.

—¿Qué hospital? —ella me da el nombre, no espero a escuchar nada más y salgo de nuevo de la casa.

Llamo a Daphne cuando me encuentro en el auto, pero no toma ni una sola de mis llamadas. Conduzco sobre el límite de velocidad, las calles vacías me permiten conducir mucho más rápido de lo que debería, gracias al cielo ningún policía cree que es buena idea detenerme por conducir sobre el límite establecido, y en menos tiempo del que pensé, he llegado al hospital.

No me preocupo si he estacionado bien el auto, simplemente bajo y corro hacia el interior. No me toma mucho tiempo reconocer a Daphne, Antonella está a su lado y mi madre justo en frente.

Grandioso, lo último que necesitaba es que Beatrice estuviese enterada de esto.

—¿Cómo está? —la mirada de las tres mujeres recae en mí.

—Oh, ¿ahora si quieres saber cómo está? —Daphne es la primera en responder, se cruza de brazos en un gesto indignado y me observa con molestia.

—Daphne...

—Tiene una infección —interviene mi madre—. El médico dice que probablemente algo que comió. ¿Dejaste que tu novia se las llevara?

—Isabela no...

—Bueno, pues según Daphne ha seguido la comida acostumbrada de Lía, y a menos que bajo tu cuidado haya ingerido algo más, no queda otra opción más que pensar que tu novia le dio algo de comer.

—¿Está bien ahora?

—Han conseguido que la fiebre baje, pero se quedará en observación hasta mañana —Beatrice toma su abrigo—. Debo irme, tengo que tomar un vuelo a Florencia al medio día, y ya que has venido, creo que puedo irme tranquila.

No me pasa desapercibido el tono molesto con el que habla. Se despide de manera amable de Daphne y envuelve a Antonella en un abrazo, luego solo se marcha.

Observo a la chica que parece querer ignorar por completo mi presencia.

—Si quieres puedes ir a casa a descansar, estaré...

—No es necesario —expresa sin mirarme—. ¿No tienes asuntos más importantes?

—Daphne...

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Where stories live. Discover now