18.- ¿Qué has hecho conmigo?

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Ángelo.

No hablo de inmediato, me tomo el tiempo suficiente para atreverme a decir todo lo que ocurría conmigo. Daphne no apresura, tampoco insiste. Solamente permanece en silencio a mi costado, con la mano sobre la mía en un gesto que me da tranquilidad, que me anima a hablar.

—Hace unos años estuve casado con la madre de Jacob —me aclaro la garganta—. Pensé ingenuamente que lo que teníamos era lo suficientemente especial como para darle mi apellido, para hacerla parte de mi vida de la manera más formal posible.

Fragmentos de recuerdos llegan a mi mente mientras hablo.

—Mis padres jamás estuvieron de acuerdo con eso, pero no pusieron mayor objeción. Tenía buena relación con ellos, así que confiaron en que era una buena decisión, aunque al final, terminó siendo mi peor error.

Intento ordenar las ideas en mi cabeza, intentando encontrar el modo correcto de expresarme.

—¿Ella es la razón de que no quieras una familia? ¿De que seas ese hombre frío que todos conocen? —asiento levemente.

—Ella fue la razón de que ahora no quiera nada de eso —susurro—. Porque cuando lo tuve, cuando lo deseé con tanta fuerza, fue solo una ilusión.

Aparto la mirada, sintiendo la punzada atravesarme.

—Un día dijo que estaba embarazada, dijo que seríamos padres y yo estaba tan malditamente feliz, porque eso había deseado toda mi vida. Lucca ya era padre, Bella acababa de nacer y verlo con su familia me hacía desear lo mismo. Hablaba todo el tiempo sobre eso, mis hermanos estaban encantados, mi madre era la mujer más entusiasta del mundo, y por primera vez parecía que papá estaba alegre con una decisión que tomé.

Me aclaro la garganta y tomo una corta inhalación, intentando controlarme.

—Renata me dejó hacer planes, me dejó tener la más grande ilusión. Le construí una maldita habitación, hablaba con todos mis amigos sobre el futuro bebé que venía en camino, sobre el siguiente Lombardi, y cuando me enteré que sería un niño, fui el idiota más feliz del mundo.

—¿Qué fue lo que pasó?

—Un par de meses antes de que Jacob naciera, llegué temprano del despacho jurídico y ella hablaba con Russell, mi mejor amigo —la visión se me nubla al recordarlo—. Le decía que sentía mucho que no pudieran estar juntos, pero que era algo que debía de hacer. La escuché prometerle que apenas consiguiera lo suficiente de mí, me dejaría y entonces podrían estar juntos, ahí lo entendí.

La rabia me llena otra vez, explota con la misma intensidad en mi pecho.

—El bebé no era mío. Era del hijo de perra que se hacía llamar mi mejor amigo y eso me destrozó, Daph. Eso me hizo pedazos.

—Oh, Ángelo... —el agarre en mi mano se vuelve firme.

—Fui tan estúpido, no razoné, no pensé. Solo la eché de casa y al día siguiente solicité el divorcio, y ella usó eso en mi contra. Creí que el único problema sería que no quisiera el divorcio, pero no fue así. Nos casamos por bienes mancomunados, así que ella por ley era dueña de la mitad de todos mis bienes. Además, ella insistió en que el hijo que esperaba era mío, así que el juez dijo que, para solucionarlo, debía esperar a que el bebé naciera. Y lo hice.

—No sé cómo consiguió una prueba de laboratorio falsa —continúo—. Se inventó una historia llena de abusos y maltratos de mi parte, lloró frente al juez diciendo que se embarazó porque abusé de ella, y que luego la había echado con violencia de la casa, alguien sacó los clips de video del momento en donde la echo y eso fue suficiente.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Where stories live. Discover now