12.- Ceder el control.

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Ángelo.

—De acuerdo, esto no es precisamente a lo que me refería —dice Daphne mientras empuja el carrito en donde Lía se encuentra.

—¿Cómo? —inquiero.

—Cuando dije que debías acercarte, no me refería a que las trajeras de compras —dice señalando a las dos hermanas que caminan frente a nosotros, mirando los estantes de la tienda departamental.

—Bueno, yo sé que las mujeres adoran ir de compras —expreso—. Supongo que por algo debo de comenzar, ¿no es cierto?

Sonríe, me mira por un par de segundos mientras avanzamos por el pasillo.

Había tomado muy en serio la opinión de Daphne sobre pasar tiempo de calidad con mis sobrinas, así que me hice un espacio en la semana, para dedicarles un día entero, y venir a conocer uno de los nuevos centros comerciales que abrían en la ciudad.

—Bueno, en eso no puedo debatir —admite—. Creo que es una buena estrategia para ganártelas.

Asiento levemente, fijo la atención en Bella y cuando me aseguro que no va a perderse entre los pasillos, miro a Daphne.

—Así que, ¿estudiaste comunicación? —parece sorprendida por la pregunta.

—Sí, egresé el año pasado —responde.

—Si no es indiscreción, ¿puedo preguntar por qué entonces te ofreciste como niñera?

No responde de inmediato, avanzamos un par de metros antes de detenernos cuando Bella y Anto paran frente a los pasillos de golosinas.

—Necesitaba un trabajo en donde ganara lo suficiente, para conseguir cubrir unas deudas familiares —la miro retorcer los dedos mientras mira a Bella tomar un par de empaques de gomitas—. Demasiado dulce, no dormirá en días.

—Solo uno, Bella —indico y ella forma un mohín, sin embargo, termina devolviendo uno de los empaques, cuando me aseguro de que es así, regreso la atención a Daphne—. ¿Y ganas lo suficiente ahora?

—Bueno, cuando tu padre te abandona, y luego muere, dejando más de una deuda con el banco a nombre de mi madre, casi ningún sueldo puede ser suficiente —la amargura se adueña de su voz—. Pero es mejor que el sueldo que dan por no tener experiencia laboral.

Cierra los ojos por un par de segundos, y luego gira para colocarse frente a mí.

—Lo siento, no debería estarle contando mis problemas familiares a mi jefe —una sonrisa tira de mis labios.

—Oh, vamos, Daphne —golpeo con ligereza uno de sus hombros—. No me consideres como un jefe ahora, piensa que estás hablando con un amigo.

Una de sus perfectas cejas se eleva.

—¿Desde cuanto el señor Lombardi es tan amable?

—Si me llamas de ese modo, me siento viejo —objeto.

—Todo mundo te llama de ese modo —replica.

—Excepto mis amigos.

Sacude la cabeza, riendo de manera suave mientras aparta la mirada.

—Debes admitir que resulta imponente —expresa—. Señor Lombardi.

Hace unos movimientos con los hombros, como intentando caminar de manera imponente, pero resulta gracioso, más de lo que pensé ocasionando que una carcajada brote de mis labios.

—Por lo mismo, no me llames de ese modo —pido.

Volvemos a detenernos luego de unos pocos pasos.

Los desastres vienen de a tres. (SL #1)Where stories live. Discover now