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¿Cuánto tiempo necesitaba un estúpido elevador para abrir las malditas puertas?

Si permanecía un minuto más en ese edificio, llamaría a una ambulancia y no específicamente para él. Estaba enfurecido, enardecido, tan enojado que no podía controlar su respiración.

—¡Taehyung!

Escuchó su nombre a sus espaldas, pero no se giró. Taehyung presionó los botones, furioso, como si se tratara de un control de consola. No quería escuchar a nadie y no quería escucharlo específicamente a él.

—¡¿Qué?! —bramó fuera de sí, cuando la mano de Jungkook cayó sobre su hombro para detenerlo. El castaño le miró con un brillo de sorpresa en sus ojos, para después empañarse de completa resignación.

—No te voy a pedir que te calmes —empezó de forma suave—. Pero escúchame.

—No quiero escucharte. —Las puertas del ascensor decidieron que era un buen momento para abrirse, ahora que Jungkook podía simplemente plantarse en la mitad para evitar que se cerraran, como lo hizo en ese momento.

—Taehy...

—¡No quiero escucharte! —repitió Taehyung, puntuando cada palabra mientras lo señalaba con un dedo acusador—. Porque lo único que he visto y escuchado hasta el momento es que eres un tipo patético que no puede poner un maldito límite.

—Maldita sea, no conoces...

—No me interesa lo que haya sucedido —lo interrumpió bruscamente. Ya está, al demonio el ascensor. Once pisos o los que sean, aquí vamos. —Si lo que estoy viendo es realmente lo que eres, entonces estoy asqueado. ¡No vengas a hablarme como si fuera un perro rabioso cuando no puedes controlarte ni tú mismo!

Jungkook puso una mano en su hombro, empujándolo hacia atrás.

—¡Lo sé! —Su estruendoso grito dejó el piso entero en silencio, y muy a su pesar, también a Taehyung—. Maldición, lo sé. Porque nunca nadie me había dañado tanto —El golpeó su puño contra la pared aledaña sin mucha fuerza, vencido—. Y estoy tratando de lidiar con eso desde hace meses. Estoy tratando de sanar —masculló con los dientes apretados—. No te atrevas a decir que mis inseguridades son algo patético.

El pelinegro tragó con rabia el nudo de palabras que se habían atascado allí con aquel grito. La puerta del ascensor trató de cerrarse en vano una vez más. Por el rabillo de ojo, podía ver la luz en el panel de botones: otros pisos brillaban demandando el elevador. Pero el tiempo parecía congelado en ese instante.

—Maldición —Taehyung rehuyó su mirada. No le gustaba sentirse... culpable. Tuvo que haberse saltado alguna parte muy importante de su desarrollo como niño porque no estaba seguro de poder definir lo que estaba sintiendo. Él estaba indignado y... algo más, así que no tendría que estremecerse por el brillo apagado en los ojos de Jungkook.

—Así que —El castaño se recompuso, carraspeando. Tampoco esperaba disculpas, a decir verdad. En ese momento ambos estaban aprendiendo que, tal vez, la persona que tenían al frente definitivamente no era ni un cuarto de lo que ellos estaban imaginando—. Escúchame bien. Iré por mis cosas y regresaremos al pueblo. Espérame en la motocicleta. ¿Entendiste?

—No me hables como a un niño —siseó Taehyung, siendo su turno para obligarlo a dar un paso atrás—. Tienes cinco minutos. Si no llegas me iré.

Con ese ultimátum, las puertas se cerraron y solo Jungkook quedó en el pasillo, largando un hondo suspiro. Estaría allí en menos tiempo porque tampoco deseaba demorar mucho más en ese edificio.

The village - KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora