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Viernes, 25 de marzo de 2010




—Te lo digo —Yunha insistió, codeándola—. Yo sé lo que vi.

El mañanero canto de los pájaros y la fría y tenue neblina de la mañana era su compañía ese día mientras caminaba al trabajo. También Yunha, claro. Pero no la necesitaba a ella, tampoco a sus telenovelas.

—Escucha, estábamos juntas. ¿Cómo es que no lo vi? —preguntó.

—Él trabaja contigo, ¿no? —Nuevamente, su amiga la zarandeó del brazo—. Sabes lo que dicen de él. Y ya viste su cabello. Él estaba abrazando a Taehyung anoche.

Mai resopló bajo su aliento. Los amigos se abrazan, pensó. O más bien asumió. Pero no imaginó que ellos dos fueran... amigos. El pensamiento la hizo sentir incómoda otra vez.

—Estás loca —concluyó, avistando la entrada del autoservicio mientras más se acercaban. Podía ver a su compañero de trabajo en la caja. Jungkook. Sí, con su cabello castaño y aquellas mechas rosadas era algo... llamativo. Vale, tenía que admitirlo. Algo raro sí era. Pero Taehyung era Taehyung, y con eso lo explicaba todo.

Se despidió de Yunha y recibió el turno en la caja. Después de la noche anterior, Jungkook no se mostró más amable; de hecho su trato era bastante cortante y Mai sintió amargo en su estómago. Él era tan engreído. Como si venir de la ciudad le diera alguna clase de status. ¿Cómo podía caminar a sus anchas como amo y señor del mundo cuando todo el pueblo susurraba esas cosas a sus espaldas? Seguro que estaba enterado.

—Y esta noche, por favor, deja las malditas llaves en su lugar —dijo Jungkook colocando su maleta en sus hombros, listo para partir—. No quiero ir a buscar tu ingenuo trasero a un bar porque te has llevado las llaves.

Mai le miró apretando la mandíbula.

—Creo que deberías irte.

—Min quiere que vendas el pudín de microondas, está por vencerse. Invéntate una promoción o algo así.

Mai largó un suspiro de frustración cuando por fin se fue. No le agradaba, pero... bueno, tenía que admitir que la noche anterior había sido un poco tonta. ¿Qué esperaba, acaso? Era la pregunta que se hacía a sí misma. ¿Esperaba recrear una maravillosa historia de amor juvenil donde el chico apuesto y malo se enamoraba de ella por su adorable torpeza, sus nobles sentimientos e inexistente voluptuosidad? Se recostó en la cinta, puchereando. La chica de ayer tenía enormes melones.

En cambio, en la lotería se había ganado a Ji-ho. Ugh. Ni siquiera era feo. Solo... tenebroso. Y corriente y ordinario. Aunque era amigo de Taehyung, no podía meterlos a los dos en el mismo costal. Él era más... refinado. Y misterioso.

Fue la campana del local quien la sacó de su ensoñación. Casi brincó en su sitio al ver que se trataba de Taehyung. ¡Hablando de rey de Roma!

—¡Pudín! ¿Quieres probar nuestro bienvenido? ¡Digo...!

Y hablando de lo nerviosa que la ponía. Taehyung le dio una mirada. Esas miradas. Sus piernas se volvían gelatina, y ni siquiera llevaba su chaqueta de cuero. Una sencilla camisa blanca adornaba su amplio pecho y hermosos bíceps. Él cada día se veía mejor. ¿Alguien podía culparla?

—Mmm, eres tú —musitó Taehyung. Había decidido que omitiría la noche anterior. Sencillamente no había pasado para él. No quería lidiar con niños.

The village - KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora