CAPÍTULO DUODÉCIMO

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¿Qué es el amor si no la pérdida de toda razón? Al menos, así lo veo yo. Cada vez de Thiago me toca... Ese aliento a oscuridad perversa, a carne y sangre... Puede que el amor sea cómplice de la locura. Que sean amantes. O puede que incluso sean la misma cosa. Pero ¿quién soy yo para juzgar algo tan divino? Prefiero perderme en sus labios, y olvidar el mundo. Que él sea mi amo y señor cuando nos vamos a la cama. Que él sea esa locura que me arrebata la razón.

                                                                                                                           Lucía, Diario


***


—¡Eso es impermisible! —tronó la voz de Sandra—. Esa panda de desagradecidos... Pienso matarlos uno a uno.

—Cálmate, Sandra —sonrió Tiserisha, sentada en el sillón de piel marrón junto al ventanal—. Están en su derecho a reclamar el poder. Así se dictaron vuestras absurdas normas a través de los años, ¿no?

La chica de rubios cabellos la miró desde la ventana, guardó silencio y agachó la cabeza.

—Quizá si hubieras estado —sonó su voz más a lamento que a reproche—, todo sería diferente.

Tiserisha la miró por un instante antes de perderse en el paisaje rojizo y amarillento que era el exterior.

—Tenéis que dejar de pensar tanto en el pasado, en el "Qué sería de hoy si...", y centraros más en el presente. —Sandra la miró frunciendo el entrecejo—. Tenéis el poder de ser quien queráis, como queráis. Nadie os pone barreras, ni siquiera yo. Vosotros mismos os erigís muros alrededor con costumbres absurdas que no hacen más que crearos una falsa sensación de seguridad. —Se puso en pie y acarició el brazo de su hija—. La vida es mucho más. Te lo aseguro yo que he viajado y vivido cosas de toda índole.

Sandra arrugó el gesto, anunciando un sollozo.

—Entonces, ¿por qué sigues regresando y dejando más y más vástagos, Madre?

—Bueno —encogió los hombros—, yo también sé echar de menos. Eso no es malo. La diferencia es que yo me marco objetivos que me llevan a otras partes del mundo.

—Objetivos guiados también por el pasado, Madre. No me seas hipócrita.

Se apartó y se dirigió a la mesa donde le esperaba una elaborada botella de vino acompañada de una copa.

—¿Tú también te vas a enfadar conmigo?

Sandra se sirvió un trago, apoyó el trasero en la mesa y perdió la mirada en el rojo brebaje.

—No, Madre. Ya sabes lo feliz que me hace verte regresar. Yo casi acepto tu forma de vida como lo hacen los mellizos... Casi. Pero las cosas aquí solo funcionan a medias. Y Vladd no lo pasa bien con ello. La presión le puede. Está al mando sin estarlo. Y eso no puede ser más frustrante. Se lo noto cada día.

Tisha suspiró, volvió a mirar a través del cristal aquel manto de colores otoñales.

—Sigo pensando que eso no es culpa mía —aseveró—. Yo creé este hogar para mí. Yo acabé con el rey que aquí viviera y con su pueblo porque estaba enfadada, no porque quisiera iniciar un hogar feliz donde procrear. Quemé las casas, dejé solo el castillo como refugio para mi soledad. Pero entonces cierto instinto me reclamó —miró a su hija—, y vosotros comenzasteis a nacer. Si os dejé solos a ti y a Vladd cuando no erais más que unos críos no fue solo por mi vindicta personal. Lo hice porque eso fue lo que me hizo fuerte a mí, y pensé que sería lo mejor para vosotros. Pero no podéis reclamarme nada porque durante este tiempo hayáis creado normas absurdas entre los nuestros.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ