CAPÍTULO QUINCUAGÉSIMO

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Siempre te odiaré. Siempre te odiaré. Siempre te odiaré...

                                                                Tiserisha, palabras arañadas en la pared


***


El brillo del sol cegaba sus ojos, pero lo que sí vio con claridad cristalina fue el cuerpo del capitán partirse en dos frente a sus verdes ojos.

Fuera quien fuese quien portaba aquella alabarda de dimensiones desproporcionadas, se convirtió en el verdugo de aquel hombretón, apagando aquella escalofriante mirada de pez para siempre, convirtiendo la ribera en un charco de sangre, tripas y excrementos.

—¿Ya... kull? —masculló aturdida, cubriéndose el rostro de aquel sol intempestivo.

Los gritos de terror anegaron el lugar, que pronto se llenó del tintineo de las armaduras, de las ballestas disparando, y de los rugidos de una bestia fuera de sí, acompañada del silbido de su arma segadora de vidas, cortando cuerpos.

Tiserisha se reincorporó, magullada, débil. El sol comenzó a desaparecer de nuevo entre las nubes y allí, ante su atónita mirada, vio algo que hizo que su alma estallara en mil pedazos. Algo que derrumbó sus cimientos e hizo que su mente volase a tiempos ya arrojados al olvido. Algo que la hizo encender por dentro como una antorcha de fuego Eterno.

Entre los alaridos de alerta y la sangre que restallaba por todas partes, pudo ver a una bestia de más de dos brazas de altura blandiendo aquella alabarda, fuera de sí, desmembrando a aquellos soldados como si fuesen de mantequilla. Enfadado como si aquellos hombres hubieran tratado de matar a su propia hija.

Y entonces, aquella enfadada y pétrea mirada se posó en ella, haciendo que el corazón le galopase bajo el pecho sin control.

La escena se representó delante de sus ojos como si todo se hubiera ralentizado, viendo a los soldados caer, partidos en pedazos. A los rastreadores que aún quedaban, muertos, hechos papilla. El agua salpicando, tiñéndose de escarlata. La gravilla saltando, mezclándose con los restos que aquella criatura iba dejando desparramados por todas partes.

Y cuando el último de los mercaderes, el de piel oscura como la noche, tratando de salir huyendo de allí fue cercenado justo en dos en oblicuo, el silencio volvió a reinar en aquel extraño lugar. En el último donde Tiserisha esperaba volver a ver a quien tenía delante.

Fue entonces cuando las dudas la devoraron por dentro como gusanos hambrientos. Tratando de arrastrarla de nuevo a aquel odio que ya había decidido mandar al olvido. Viéndose colgada del fino hilo que une el pasado del presente. Odio, u olvido.

Odio. U olvido.

Los puños se le crisparon, las lágrimas pugnando por salir al exterior. Las ganas de matar a aquel ser puestas ya en duda. Y es que la pétrea mirada de quien permanecía de pie frente a ella la arañó en el alma haciéndola sangrar. Recordándole que no todo fue tan malo como ella quería recordar. Que, quizá, ella tuviera parte de culpa de que él terminara por abandonarla.

Parte, o toda.

Pero cuanto no podría perdonarle jamás era que la convirtiera en lo que era. A ella y a su hermana. Eso, estaría rasgando en el fondo de su alma eternamente, hasta el día en que la Muerte la encontrase. Pero aquello era algo que ya nada ni nadie podían cambiar. Algo que con el paso de los siglos aprendió a aceptar. Y aunque fuese motivo más que suficiente como para querer matarlo, el cansancio se hizo fuerte en su interior, negándole toda gana de seguir inmersa en el pasado.

Tres siglos de odio eran ya más que suficiente. Más que demasiado. Y, quizá, era momento de buscar una forma de redimir sus propios errores. Buscar un nuevo motivo para vivir, como le pidiera su querido Yakull. Quizá era tiempo de hacer algo por otros que no fuesen ella misma.

Y entonces, al contrario de lo que podían expresar sus ojos rebosantes de ira, muy en su interior supo que su venganza no tenía ya sentido. Que no quería matar a ese grandullón de piedra que fue el único que se preocupó de cuidarla en aquellos años. El que abrió los ojos por el arrepentimiento ante su propia necedad y la de sus hermanos de deidad. El que supo aprender de sus propios errores y trató de encontrar un nuevo camino ayudando al mundo.

Y, en silencio, y con el perdón navegando en su alma, Tiserisha descargó en aquel gólem de piedra los últimos restos de odio que le pudieran quedar con aquella mirada verde esmeralda. Un odio que se iría desvaneciendo con el tiempo, según creyó ella, hasta que la muerte le llegara.

«Padre...»

FIN


***


NOTA FINAL

Lo primero, ocho millones de gracias por haber llegado hasta aquí, por haberme acompañado en esta aventura. Tenéis que saber que este spin-off nació de la necesidad de agradecer a esa gente maravillosa que me sigue y me ha dedicado su tiempo leyendo mis locuras sobre el papel. Y puesto que no conozco otra forma de hacerlo, lo he hecho regalándoos esta pequeña parte de mi imaginación. Y a los recién llegados a mi mundo: bienvenidos. 

Lo segundo es deciros que si no conocéis el mundo del que provienen estas historias y queréis conocerlo, encontraréis en Amazon las novelas de lo que sería la saga principal de la que provienen. En una de ellas incluso descubriréis el destino de nuestra querida Tiserisha.

Lo tercero es decir que mi intención es seguir escribiendo novelas de forma gratuita aquí, en Wattpad. Pero si queréis apoyar mi trabajo, puesto que no pienso buscar entrar en historias pagadas para que dispongáis siempre de ellas de forma gratuita, ya sabéis dónde encontrarme. Quiero que sepáis que, con ese granito de arena, no solo estáis llevándoos a casa una novela, sino cientos de horas de trabajo, de fracasos, de vueltas a la cabeza para crear unas historias dignas de vosotr@s, y, por supuesto, un pedacito de mi alma.

Por último, y no me cansaré de repetirlo, os doy de nuevo las gracias. Porque si no leyerais estas historias, se perderían en un cajón para la eternidad.

Hasta la próxima, que no tardará en caer...

TISERISHA "Tres siglos de odio"Where stories live. Discover now