CAPÍTULO VIGÉSIMO

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Cada día es más bello a tu lado. Y todo cuanto hemos vivido juntos... Desde que utilizaras la Rosa del Tiempo y me encontraras, supe que serías el amor de mi vida. Mi amado bucanero... No quiero pensar en el momento de despedirme de ti, de decirte adiós cuando debas regresar. Pero habrá merecido la pena solo por haberte tenido aunque fuese solo este tiempo. Tu amor, tu respeto, estarán siempre conmigo. Siempre estuviste dispuesto a ayudarme en todo cuanto me embarcaba. Siempre con esa hermosa sonrisa bajo tu espesa y descuidada barba. Mi amor. Y pensar que en medio de todo este caos sea capaz de surgir algo tan bonito como lo nuestro... Como la hija que espero de ti...

                                                                                                          Samantha, Diario


***


Y entonces, no le quedó más remedio.

Tiserisha gritó bajo aquella ventisca irrefrenable, con lágrimas en los ojos, sintiendo cómo le abandonaban las fuerzas. Pero no iba a dejarlo morir. No a Yakull. Y mucho menos pensaba rendirse ante una de esas malditas hechiceras.

El penetrante sonido no solo comenzó a afectar de forma notable al grandullón, haciéndolo más grande aún, sino que el mismo viento se calmó, la misma tierra dejó de temblar.

Sintiendo como su cuerpo se adormilaba a la luz del alba, y cómo su grito comenzaba a perder fuelle, miró hacia la bruja y pudo verla sufrir, tapándose los oídos, cayendo de rodillas al suelo, gritando ella también, pero de dolor. Y fue entonces cuando pudo oír el ruego de otra voz. La de un barbudo hombretón que surgió de debajo del marco de la choza, tratando de no desplomarse ante aquel insoportable sonido. Un ruego que le pedía a gritos que cesara, que se detuviera.

Tiserisha, confundida y agotada, en plena tregua que le ofrecieron los elementos, se percató de algo en aquella bruja en lo que hasta ese momento no había puesto su atención. Algo que la hizo dudar, haciéndola detener su influjo sobre Yakull, que ya arrodillado sobre la tierra parecía perder de nuevo aquel tamaño que había ganado segundos antes.

«Está... embarazada»

La bruja pudo entonces recuperar el resuello, se llevó preocupada las manos a la enorme barriga que ocultaba su larga y fina camisola. Murmuró algo y pareció relajarse. Cosa que cambió de pronto al volver a posar la mirada en aquella chica de cabellos rojos y su gigante. Arrodillada, apretó los dientes de ira, y cuando se dispuso a volver a atacar, el hombre junto a ella la detuvo, con palabras que Tiserisha no escuchó, con una calma que embriagó a la poderosa mujer. Luego, aquel hombre observó a los intrusos con una mirada sabia, templada.

—¿Quién os envía? —alzó la voz el hombretón.

Tiserisha, apunto de desvanecerse, se cubrió la cabeza de inmediato y dejó tan solo los ojos a la vista.

—¿Que quién nos envía? La pregunta sería más bien: ¿Por qué nos atacáis?

—Tan solo pretendía asustaros —dijo el tipo, ayudando a la hechicera a ponerse en pie.

—Pues se diría que más bien pretendía matarnos —protestó Tish—. Y eso es algo que no suele hacerme gracia.

—No gracia —corroboró Yakull, limpiándose la sangre del rostro. La herida que le hiciera aquella roca ya había desaparecido.

—¿Una chica vampiro? —se escuchó la cansada voz de la hechicera.

Tiserisha, recobrando poco a poco las fuerzas, se vio sorprendida por su atino.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora