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—¿Los ruidos son por los monstruos? —preguntó Edward.
—Si. Hay tres. Aunque realmente no son monstruos, monstruos. Son más como... monstruos —explique, ganándome una mirada de confusión por parte de todos.
—Ni yo entendí, Ann —gritó Percy desde su silla. Ocasionando la risa de los Cullen.
—Osea son vampiros —los Cullen fruncieron el ceño—. Pero no del tipo lindo como ustedes. Si no más como del tipo... agghh —gruñí haciendo garras con mis manos y una mueca como si tuviera colmillos—. ¿Entendieron?
—Claro, Ocean. A la perfección —exclamó Dylan con su habitual sarcasmo.
—¿Cómo vamos a salir si están a fuera? —preguntó Alice.
—Puede qué seamos vampiros también, pero no por eso podemos derrotar fácilmente a otro —explicó Edward.
Vaya, no lo había pensado así. Definitivamente la puerta no es una opción de salida. Gire viendo a mi al rededor en busca de una salida, hasta que la ventana a un lado del escritorio capto mi atención.
—¿Qué tal por ahí? —señalé la ventana—. Es lo suficientemente grande para que todos salgamos, o bueno... casi todos —dije mirando a Emmett—. No es por ofenderte Emmett pero, ¿crees caber ahí?
Emmett vio la ventana e hizo una mueca.
—Haré el intento —afirmó en una sonrisa.
—Bien, manos a la obra.
Antes de salir me dirigí a Percy, quién ya estaba medio inconsciente.
—Regresare pronto y tú estarás bien —asegure.
—Tranquila, tómate tu tiempo —bromeó.
Sonreí, aún en su estado seguía siendo él.
—Y si te mueres te mato, Perseo.
Percy solo sonrió, me levante y me dirigí a la ventana, no sin antes echarle una ultima mirada.
—Me quedo —exclamó Alice de repente.
—¿Qué? —preguntó Dylan confuso.
—Debo ir a la casa, y cuidarlo —afirmó.
Dylan pareció entender a lo que se refería y simplemente asintió, la abrazó y le dió un beso de despedida.
—Te veo en un rato, hada —murmuró Dylan, yendo hacia la ventana.
—Cuídate, ¿si?
—Siempre —finalizó Dylan antes de salir por la ventana.
Alice volteó y se dirigió hacia mí.
—Yo lo cuido Ocean, no te preocupes —afirmó en un tono cálido—. Por cierto, necesito de esa cosa azul —fruncí el ceño sin entender a que se refería—. Es como fluorescente, parece radioactiva —abrí los ojos sorprendida, capté que se refería al brebaje que me dió mi padre.
