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—Vaya... —murmuramos mi hermano y yo a la par cuando entrábamos a la habitación.
—Espero les guste, chicos —exclamó Esme, tiernamente.
—Es fantástica, Esme. Gracias —murmure, todavía sorprendida por la increíble vista que se veía a través del ventanal.
—Muy bien. Cualquier cosa que necesiten, mi cuarto esta al fondo —avisó antes de darnos un cálido abrazo y retirarse.
Después de unas horas hablando sobre todo con los Cullen, notamos que ya era tarde y debíamos irnos. Pero por eso mismo, la familia no dejó irnos. Dijeron que el bosque podría ser muy peligroso ya siendo tan noche, por lo que nos ofrecieron quedarnos esta noche en su hogar. Percy y yo lo consideramos y creímos que era lo mejor, ya que aparte de ser tan tarde tampoco teníamos en que irnos. Por lo qué ahora estábamos en el cuarto de invitados de la mansión Cullen.
La habitación era muy linda, tenía una cama King Size en el centro, una gran televisión justo en frente, el piso estaba cubierto de una suave alfombra y justo a cada lado de la puerta principal había dos puertas más a las costados. Una de ellas era el baño y la otra parecía ser un closet. Pero lo que más asombrados nos dejó, fue la hermosa vista del bosque con un cielo azul cubierto totalmente de estrellas y una luna brillando en lo alto. Esa imagen era una de las cosas más pacíficas que había visto.
—Ocean... —exclamó Percy, sacándome de mi pequeña ensoñación—. Me voy a dar una ducha, ¿vas a ocupar el baño?
Negué con la cabeza, haciendo un ruido de negación a la par. Percy asintió y se fue directo al baño. Reí por lo bajo.
Seguí admirando lo que estaba detrás de esa gran ventana. La noche siempre a sido de mis momentos favoritos del día. Para mí es el momento en el que todo es tranquilo y pacifico. Donde solo eres tú y el cielo.
Me recosté en la cama, esperando a que Percy saliera, a mi también me dieron ganas de ducharme y aparte todavía teníamos una plática pendiente.
***
—Me alegra mucho saber que Annabeth este bien. Y ahora la admiro mucho más que nunca—confesé, trazando con mis dedos un círculo en el edredón—. A ella y a ti, Percy. Ambos fueron y son muy fuertes, y no sólo habló por el hecho de que ambos cargaron con el peso del mundo, literalmente, en sus hombros. Si no por todo lo demás —exclamé con suavidad.
Percy suspiró con pesadez recargando su cabeza sobre mi hombro, por el rabillo del ojo logré ver como mi hermano cerraba sus ojos, aproveché eso para acariciarle el cabello. Calmando su respiración.
—Lo de Bianca no fue tu culpa, Percy —susurré continuando con mi masaje.
—Debiste ver a Nico, estaba destrozado. No logré cumplir la promesa de mantener a su hermana a salvo —murmuró con culpa.
