3 de diciembre

28 6 0
                                    

Salía de la escuela, estaba un poco nerviosa por mi cita con Sebastián. No estaba tan lejos, aunque dudaba si estaba acorde para la ocasión. Llevaba un overol de vestido, junto con un suéter café, mis botas largas de color negro y un gorro. Me daba la impresión de que Sebastián iría de forma más formal, pero no debería importarme mucho si solo es una cita de amigos. Bueno, ni de amigos, solamente conocidos que dejaron de verse y se reencuentran. En eso no hay mucha ciencia.

Me colocaba mis audífonos y empezaba a caminar. Aún tenía que tomar un camión que me dejaría enfrente de la plaza. Durante el camino escuchaba canciones de todo tipo, tenía una gran variedad de canciones, tanto tristes y alegres. De la nada volvía el menso de Sebastián a mi cabeza, apenas llevaba tres días aquí. No era posible que ocupara el tiempo pensando en él. Aunque debo confesar que volvió mi vida un poco más divertida.

Había llegado a la plaza, que realmente estaba vacía. Supongo que por ser viernes no había gente. Seguía mi camino adentro de la plaza, no recordaba en donde se encontraba la cafetería que me había dicho Sebastián, así que di un par de vueltas. Hasta que recordé donde estaba, ya había pasado por aquí antes.

Vi que Sebastián estaba ya sentado tomando un café. Me acerqué y me senté enfrente de él.

—Ya te había visto llegar—dijo.

Me daba una ligera sonrisa, aunque por dentro sé que se quería morir de la risa. Sí que no había cambiado.

—Bueno, te disté cuenta de que estaba perdida y no hiciste nada —le devolví la sonrisa.

—Quería saber cuánto tardabas en darte cuenta de que estaba aquí, no puedo creer que no me reconozcas o bueno, de perdida sepas donde está la cafetería. —Sebastián se atacaba de la risa, esta vez no lo disimulo—. No te enojes, no lo hice con mala intención.

—Creeré en ti.

Realmente no podía opinar tanto en él. Aunque si le podía dar le beneficio de la duda.

—Sé algunas cosas de ti por tu madre, hace unos meses fui al pueblo —comento—. Sé que te va bien y me da gusto en verdad.

—No me dijo nada —lo miré algo confundida—. ¿A que fuiste?

—Mis padres murieron, fue en un accidente en la carretera — se le cortaba la voz mientras me contaba —, fui y me encontré con tu familia. Supe que tu papá murió.

—Mi mamá no me dijo nada de la muerte de tus padres —de verdad estaba sorprendida, todo me imaginé menos esto.

—No tenías que saberlo, sé que no eres tan cercana a ellos. Tus hermanas si lo eran más de mi madre—. Sebastián tomaba un poco de café y me miraba un poco—. ¿No vas a querer?

—Claro, voy a pedir un café y vuelvo.

Me levanté y entre a la cafetería. Afortunadamente, no había gente, por lo cual me atendieron de manera rápida. Volví a donde estaba anteriormente con Sebastián.

—Me agrada venir a estos lugares entre semana, es más tranquilo.

—¿Por qué me invitaste a salir?

—Hace mucho que no te veía, lo poco que supe de ti fue por tu madre. No por irme a Europa, significa que olvido a la gente que fue parte de mi infancia. Anya, quiero que sepas que soy muy diferente aquel niño que conocías —me miro y note la sinceridad en su mirada,

—No entiendo.

—No por vivir en Europa creas que me la pase de lo mejor —negó con la cabeza y dio una ligera sonrisa mirando al suelo—, mi padre me quito toda la ayuda al no aceptar ser lo que él quería que fuera. Mi madre como pudo me envió dinero, aunque yo tuve que luchar por lo que realmente quería. Sabes cómo era mi padre, el gran Matías Medina, hombre respetado y temido en el pueblo.

Días de diciembreWhere stories live. Discover now