7 de diciembre

5 2 0
                                    

Tenía una hora libre para poder ir a comer, aunque como salí de manera rápida no pude hacer mi comida. Contando que tampoco traje mucho dinero, así que tendría que ver que hacía para poder comer y no pasar hambre, ya que me quedaría después de clases para hacer otras cosas. Este no era mi mejor día y tengo que admitir que fue mi culpa. Pude despertarme más temprano, pero no.

Salía de la escuela y podía ver que había muchos puestos, me empezaba a dar hambre, aunque no podía gastarme en lo primero un viera mi dinero.

—Bueno, tú sí que eres un desastre.

Sebastián se acercaba a mí, pensé que tendría una junta. Estaba un poco confundida de verlo casi frente a mí, pero un poco aliviada, ya que sabía que él traía dinero y le podía pedir prestado.

—¿Qué haces acá? —pregunte.

—Terminé mi junta y estaba un poco aburrido, pensé que tal vez no tenías nada que hacer.

—Pudiste llamarle a Aurora, de seguro ella no tiene nada que hacer.

—No, se me hacía más difícil venir a molestarte a ti —dijo divertido.

No podía negar que Sebastián se veía muy atractivo y más cuando sonreía. No debería verlo de manera tan atractiva y más cuando estoy tratando de llevarme bien con él.

—Vamos, me contó un pajarito que de seguro no traías comida y bueno yo traigo un poco de dinero y te invito a desayunar.

—Bueno, pero te pago. No quiero deberse nada — aclaré.

Sebastián negó con la cabeza, sin dejar de sonreír. Realmente tengo que admitir que es atractivo.

—Está bien, si con eso vas a aceptar ir conmigo a desayunar acepto.

Tome a Sebastián del brazo para poder caminar rumbo algún lugar que encontráramos. Estuvimos un par de minutos hasta que llegamos a una panadería. Afortunadamente, vendían café por lo cual pudimos desayunar de manera muy completa.

—Bueno, creo que no es lo más grumete para ti.

—No inventes Anya, esto es mejor que nada, digo estamos sentados en una banqueta, con café y pan en mano. No podía pedir más.

—Tienes razón, al menos nos llevamos bien y convivimos sin discutir.

—Por eso mismo estaba pensando en ir al bosque para hacer un pícnic. Si gustas podemos invitar a Aurora, podría ser mañana que es sábado, ¿qué opinas? —pregunto.

—¿Crees que Aurora quiera comer en el pasto?

Los dos nos pusimos a pensar, Aurora era muy vanidosa como para hacer el pícnic y más por su pánico a las ardillas, bueno eso es lo que me contó.

—Dijo que unas ardillas la persiguieron por su comida.

Sebastián comenzó a atacarse de risa, no pude contenerme y me le uní.

—Bueno, entonces si no puede acompañarnos iremos solos, pero creo que no está por demás preguntarle —dijo Sebastián con mucho trabajo, ya que habíamos reído por un buen tiempo—, ¿te parece?

—No te puedo decir que no, gracias a ti desayune.

—Sé que tú hubieras hecho por mí, además para eso estamos los amigos.

—¿Pícnic? —Aurora pregunto con cara de desagrado.

—Si, me pareció buena idea para convivir y salir —dijo Sebastián.

—Bueno, les recuerdo que los que se deben llevar bien son ustedes, no yo.

Sebastián y yo nos miramos, en el fondo Aurora tenía razón. De igual forma no me desagrada del todo ir sola con Sebastián.

Días de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora