8 de diciembre

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—¡Ya levántate! —gritaba Sebastián.

Con mucho trabajo abría mis ojos, no sabía qué hora era. Como pude me incorporé para poder reclamarle, pude ver por la ventana que ni siquiera había salido el sol, pude suponer que era demasiado temprano.

—¿Qué te pasa? — pregunté con mucho trabajo.

—Ya es hora de irnos, ¿qué esperabas?, no podíamos irnos tarde.

—Si, pero ni siquiera a estas horas me levanto para ir a la escuela, mejor nos vamos en cuanto salga el sol.

Volvía acostarme y cobijarme, en eso sentí como me descobijaban. Esto empezaba a ponerme molesta, yo solo quería dormirme un poco más.

—No, nos vamos en media hora, estés lista o no.

Sebastián salió de mi habitación, no tuve más que levantarme y prepararme. No me dejaría dormir, aunque pensándolo bien podría dormir en su auto.

Ok, me equivoqué por completo. Estábamos en el metro, como era muy temprano, estaba completamente llenos todos los vagones, no pude ni sentarme. Sebastián en estos momentos empezaba a caerme mal.

—¿Vas bien? —pregunto Sebastián.

Traía mis audífonos, así que era la excusa perfecta para no responderle. Durante todo el camino no volvimos hablar, solamente me limité a seguirlo, hasta que llegamos a lo que era el bosque al norte de la ciudad. Seguíamos sin dirigirnos la palabra, caminamos ya en el bosque hasta que llegamos a una pequeña banca. No había nada de gente en el bosque, al estar en la ciudad no era un bosque como en las películas de terror, era más familiar.

—¿Ya me vas a hablar? —pregunto Sebastián.

—¿Te diste cuenta de que tenía mucho sueño?

—Perdón, pero ya sabías que nos iríamos temprano.

—Olvida eso y ya dime que vamos a hacer.

—Primero a desayunar y luego te diré que sigue.

Empezábamos a desayunar en silencio, me sentía un poco incómoda, quería hablar de algo, pero no sabía de qué.

—Sebastián—. Llame su atención—, ¿de verdad te quieres llevar bien conmigo?

—Sí, creo que lo he demostrado. Sé que no seremos los mejores amigos, aun así, creo que nos seguiremos tratando y sería lo más sano llevarnos bien.

—Tengo que admitir que no pensé que fueras tan buena onda. Siempre creí que te creías mucho por tu dinero y tus privilegios.

—Para nada, siempre tuve los pies en la tierra y créeme que no necesito decirlo, lo mejor es demostrar lo que soy.

—Vaya que humilde —bromee.

—Un poco, ya sabes que debo de mantenerme en esa línea.

—¿Te siguen mucho las chicas?

—No, de hecho, están enamoradas de los protagonistas, no de mí —río.

—¿En qué te inspiras?

—En un amor verdadero, algo genuino, sincero y que existe. Aunque no lo creas, hay personas que buscan y necesitan ese amor, que no necesariamente siempre es entre novios o esposos.

—Me encanta eso, de verdad.

—Gracias, ¿ya leíste el que compraste?

—No, no he tenido tiempo.

—Bueno, trata de hacerlo antes de que termine el año, estoy seguro de que te va a gustar.

—¿Por? — pregunté con curiosidad.

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