5 de diciembre

13 2 0
                                    

Estaba sentada en el sofá, no hacía nada, solo pensaba en lo horrible que sería mi vida ahora que Sebastián llegara a vivir al departamento. No sabía si de verdad podría soportar estar con él por mucho tiempo. Tenía miedo que en cualquier momento no pudiera convivir o bueno más bien, sobrevivir.

Aurora entraba a la sala con unas cajas, me suponía que eran las decoraciones del árbol. Según, sería nuestra primera actividad para empezar a llevarnos bien. Creo que no se les pudo ocurrir mejor cosa, que está.

—Vamos, quita esa cara y empieza a sacar tu espíritu navideño de algún lado—. Aurora tiraba las cajas al suelo—. No vas a lograr mucho si sigues así y supongo que tu misma lo sabes.

—Ya sé—. Me estiro un poco—. Pero siendo honesta no sé si soportar todo esto, es muy injusto lo que hace mamá.

—Ni yo lo sé, aunque no podía negarme, ya que al igual que ella, pienso que lo mejor para ti es que vayas a casa en estas épocas.

—Sí, lo único que lo impide es la grandiosa presencia de Sebastián.

—No te quejes tanto, es mejor que pienses que solo serán dos semanas.

Sonó el timbre, sabía que mi pesadilla apenas comenzaba; Aurora se acercaba a la puerta pata abrirla, entraba el responsable de que mis días de paz se acabarán.

—Chicas, gracias por recibirme.

Sebastián se había ido para acomodarse a uno de los cuartos que estaba vacío, mientras que Aurora y yo sacábamos los adornos y empezábamos a montar el árbol de Navidad.

—No me gustan los árboles de colores — dije mientras miraba el árbol rosa.

—Bueno a ti con nada se te da gusto —decía Sebastián mientras se acercaba para ayudarnos con el árbol—, yo puedo poner las luces, desde que era niño lo hacía.

—Vaya, sacas uno de tus grandes dotes —dije.

—Vamos, Anya. Sebas únicamente dio una propuesta y es válida, espero quites ese mal humor y nos ayudes.

Aurora tenía razón, empezaba a sonar como una amargada. Tenía que poner lo mejor de mí para que pudiéramos hacer esto.

Sebastián comenzaba a poner las luces mientras mi amiga preparaba ponche. Esto era lo que más extrañaba de casa, el ponche que hacía mamá.

—Mientras vivía en Europa no tomaba un ponche como el que hacía tu mamá, lo extrañaba mucho — dijo Sebastián rompiendo el hielo.

—Sí, les gustaba tanto a los demás que no le quedó de otra más que empezar a venderlo.

—Lo recuerdo, eso les ayudó mucho en los momentos difíciles.

Empecé a recordar cuando no teníamos tanto dinero para comer, la enfermedad de papá era más grave de lo que aparentaban y aunque trataban de ocultarlo, nos dábamos cuenta, bueno menos Laura que era muy chica.

—Debo de reconocer que Andrea fue de mucha ayuda para mamá, ellas eran como hermanas.

—Sí, mamá las quería como si fueran de su familia, no dejábamos de estar en fiestas de cumpleaños.

—Lo que más recuerdo, fue cuando Mara cumplió diez años —reí al recordar.

—Sí, todos tomamos dulces y la pobre de tu hermana se quedó solo con un chicle.

Reímos los dos, era cierto. Nosotros dos fuimos los más abusivos y teníamos mucho más dulces que los demás.

—No fue lo mejor de nuestra parte. Al menos mamá le dio un poco de mis dulces a Mara.

Días de diciembreWhere stories live. Discover now