Capítulo 15 [Editado]

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Tanto Ashley como yo abrimos los ojos de par en par.

Por favor, la policía no.

Si la llaman tal vez hagan investigaciones, y si se descubre que todo esto es una mentira, estaríamos en serios problemas. Y digo estaríamos porque yo también estoy aportando mi grano de arena en esta farsa.

—¡No! —clama Ash quitándole el teléfono inalámbrico a su padre de la mano— No llames a la policía...

—¿Por qué? ¡Él tiene que pagar por lo que hizo! ¡Eres una menor de edad!

—¡Mi hijo no hizo nada! —defiende la criada.

—¡Diles que se vayan de nuestra casa y ya! ¡No quiero que nadie más sepa sobre esto, papá! ¿Crees que no me da vergüenza?

Mi madre asiente.

—Tu hija tiene razón, si metes en esto a la policía se enterará todo el mundo —predice—. Ya sabes cómo es la gente de chismosa; acabarán sabiéndolo los vecinos y sus compañeros de clases. Al final Ashley terminará más afectada de lo que ya está.

—¡Exacto, papá!

El señor Roberts duda y mira a su esposa, quien sacude la cabeza en negación a su silenciosa pregunta.

Afortunadamente, desiste de llamar.

—¡Largo de mi casa! ¡No los quiero volver a ver cerca de aquí, y mucho menos cerca de mi familia!

—No se preocupe, así va a ser —le responde la madre de Mary—. Denos quince minutos para recoger nuestras pertenencias. Pero antes de que nos vayamos quiero dejar en claro que Jake no hizo nada, ¡porque a diferencia de los suyos, mis hijos sí tienen valores! —asegura con los ojos cristalizados antes de dar la vuelta y marcharse.

Trago saliva. La escena es tan... desgarradora.

A la mañana siguiente, el día lunes, Mary no asiste al colegio; para cerrar con broche de oro su actuación, fingió «enfermar a causa del estrés».

Aprovecho la situación para acercarme a Freddie.

—Hola —saludo sentándome junto a él en la clase de historia—. ¿Cómo sigue Ash?

—Hola... —me sonríe débilmente de lado.

Luce triste y cansado, con oscuras ojeras alrededor de sus ojos. Espero que sea por lo que cree que le hicieron a su hermana y no porque Mary Gilbert se fue de su casa.

Por cierto, espero que tampoco vuelva a este colegio.

—Bien, creo. Durante el desayuno dijo que se sentía mejor.

Asiento.

Durante las horas posteriores no me despego de él. Camino a su lado siguiéndolo a todas partes, como solíamos hacer antes.

Ashley tenía razón; tan solo han pasado veinticuatro horas y ya todo está volviendo a la normalidad, a su lugar original.

Casi hasta puedo asegurar que esos que han esparcido el rumor de nuestro rompimiento, ahora mismo se están tragando sus propias palabras.

Las únicas veces que me separo de Fred son para evitar a Andrew Van Der Pelt.

En cada una de las asignaturas entro de última y salgo de primera para evitar a toda costa que nos atravesemos. Puedo sentir constantemente su mirada clavada en mi espalda, lo que me tiene los nervios de punta. Por ello procuro no quedarme sola en ningún momento.

Solo me lo permito durante la última clase del día, cuando pido permiso para ir la baño porque no soporto las ganas de orinar.

Voy relajada y confiada por el pasillo desolado; pero cuando salgo de los sanitarios me jalan del brazo.

Y justo la persona que estoy eludiendo.

—¿Pero qué haces? Suéltame ya —le exijo a Andrew con autoridad pero sin alzar tanto el tono de mi voz.

Él, haciendo caso omiso, aprieta más su agarre y me lleva de vuelta al baño.

—¿Me estás evitando?— pregunta aprisionándome en la pared.

Sacudiéndome mucho logro liberarme y poniendo ambas manos sobre su pecho, lo empujo lejos de mí.

—¡Respóndeme! ¿Por qué me ignoras después de que estuvimos juntos?

Los colores se me suben al rostro.

—¡No estuvimos juntos! —le refuto— ¡Tú te aprovechaste de mi ebriedad!

—¡No soy imbécil, Eleanor! A pesar de que bebimos, ambos estabamos conscientes. Tú lo quisiste tanto como yo...

—¡Cállate! —grito. No quiero oírlo más, ya sé que estuve de acuerdo en esa enorme equivocación; pero me arrepiento y lo negaré hasta la tumba— ¡Eres un maldito! ¡Hiciste todo a propósito, ¿verdad?! Emborracharme para que me acostara contigo...

Andrew resopla y suelta una risa sin gracia.

—¿Vas a hacerte la víctima ahora?

—Escúchame bien —digo apuntándole con el dedo—. Será mejor que nadie se entere de lo que ocurrió.

—¿Por qué?— pregunta frustrado— ¿Por tu novio? Si es por ese marica, déjame decirte que él ya no te quiere. ¡Todos se dan cuenta menos tu!

Muy enojada y sin poderme detener, le doy una fuerte cachetada. El sonido producido por mi palma al chocar contra su mejilla hace eco en las baldosas.

Andrew toca el lugar en donde lo golpeé y cuando me mira hay tanta furia en sus ojos, que siento miedo e intento correr para escapar de él y volver al aula.

Para mi desgracia, sus reflejos son más rápidos que los míos. No alcanzo a correr ni medio metro cuando él me detiene y me aprisiona nuevamente en la pared, esta vez contra su cuerpo.

—¡No!

Intenta besarme contra mi voluntad pero doy todo de mí para que no lo logre. Cuando me agarra las muñecas y empieza a chupar mi cuello, como último recurso, le doy un rodillazo en la entrepierna.

Con el tiempo que gano mientras él se retuerce de dolor, salgo y camino rápido por el pasillo retornando al salón.

—¡Ey! —pronuncia Freddie cuando choco con él. Veo detrás a todos saliendo de clase— El profesor estaba muy enojado. ¿Por qué tardaste tanto?

Volteo paranoica hacia la puerta del baño para ver señal de Andrew, quien de pronto parece no estar en ningún lado.

—¿Qué tienes, por qué te ves tan nerviosa? —pregunta Freddie extrañado.

El ligero tono de preocupación en sus palabras me alegra y despierta un poco mis esperanzas con respecto a nuestra relación.

—El imbécil de Van Der Pelt literalmente me acaba de acorralar en el baño, Freddie— le cuento temblorosa, mas no digo el verdadero porqué.

Porque ni él ni nadie puede saberlo.

—¿Qué?

Juro que no fue con intención; pero en cuanto la idea apareció en mi mente, las palabras salen solas de mi boca.

—Es que desde que Andrew se enteró que nos estamos dando un tiempo se ha vuelto muy molesto. Siempre me ha coqueteado, pero ahora se la pasa vigilándome, Fred, me inunda el celular con sus llamadas y mensajes. Me tiene sofocada; ya está rozando el límite de lo enfermo y tengo miedo...

Sonrío internamente cuando me salen algunas lágrimas.

La cara de Fred se torna roja, algo muy característico de él las pocas veces que se enoja de verdad.

—Quédate tranquila, le daré su merecido. Iré a ponerlo en su lugar...

Lo detengo poniendo una mano sobre su pecho.

—No. No sabemos si de verdad se volvió loco, y las cosas pueden ponerse peor.

La Mala del Cuento [Editada]Where stories live. Discover now