Capítulo 24 [Editado]

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Logro ingresar a la escuela por la entrada para conserjes, sin ser captada por alguna autoridad o cámara de seguridad.

Los pasillos están desolados debido a que todos están en sus salones. A esta hora, mi sección ya debió haber salido hace minutos de la clase de química, así que me dirijo al laboratorio para hablar con Andrew. Sé que aún sigue ahí porque hace unas semanas, por mal comportamiento, le pusieron como castigo quedarse limpiando todo después de que viéramos la lección por un mes.

Cuando abro la puerta lo veo de espaldas barriendo terriblemente mal. Los nervios impiden que las palabras puedan salir de mi boca con normalidad, simplemente me quedo parada esperando que note mi presencia.

Al voltear y verme, arruga el ceño confundido. Luego, cuando se da cuenta de que estamos solo él y yo, me sonríe de esa forma encantadora en la que lo hace.

—Creo que alguien llegó demasiado tarde a clase... —bromea.

Pero yo no río, por el contrario, mis ojos comienzan a aguarse.

Drew lo percibe y deja la escoba para acercarse acelerado a mí. Junta nuestras frentes tomando mi rostro entre sus manos y limpia con su pulgar una lágrima que se me escapa.

—Ey... no te pongas así. Tampoco es para tanto.

—Necesito decirte algo, Andrew —le digo con voz temblorosa.

—Claro, princesa. Dime —asiente, respondiéndome como a una niña pequeña.

No se imagina la noticia que le estoy apunto de soltar. Nada más de pensar en decírsela me pone los nervios de punta. Ni siquiera sé cómo no he tenido un colapso aún.

Pasan segundos en los que reúno el valor dentro de mí para ser capaz de decirle todo lo que quiero. Para decirle que espero un hijo de él y que por favor me acompañe en esto, porque nunca antes me he sentido más sola.

En el mismo momento en el que decido comenzar a hablar, una voz aguda y femenina suena tras de mí.

—¡Conseguí el trapeador, Drew!

Instintivamente Andrew se separa al menos un metro de mí, acatando a la perfección la orden que le había dado de mantenerse alejado cuando otros estén cerca.

Limpiando rápidamente mis lágrimas me doy media vuelta para saber quién es que habló. Reconozco de inmediato a nuestra compañera Becky, por su hermosa cabellera pelirroja. De seguro también la han castigado.

—¡Eleanor!

Becky tiene la costumbre de exclamar casi todo lo que dice. Siempre me ha incomodado, pero hoy más.

—¡En serio juraba que no habías venido! ¿La fastidiosa profesora Potter te mandó a que nos apuraras? —pregunta. Me pasa por un lado y se posiciona junto a Andrew, sosteniendo su brazo —Dile que ya vamos, me he demorado porque Drew insiste en distraerme.

Veo la mirada pícara que le dirige a Andrew y a él, que está rascando su nuca nervioso mirándome, esperando alguna reacción de mi parte.

Retrocedo unos pasos, salgo del laboratorio y posteriormente de la escuela.

¿Qué espero realmente que haga Andrew? ¿Que se haga responsable y acepte casarse conmigo? Cuando su personalidad encaja más en el perfil del típico chico que huye de la situación...

Dice estar enamorado, pero como he dicho antes; eso es solo un espejismo que durará hasta que se aburra de mí.

Él es muy rebelde y le encantan las chicas; hace un segundo Becky me aseguró que insistía en distraerla. Poniéndome en sus zapatos, no lo culparía si no quisiera atar su vida a una sola persona teniendo apenas diecisiete años. Más cuando esa persona es una mentirosa como yo.

Si tan solo no hubiese salido esa noche con él...

Si tan solo hubiese dejado ir a Fred...

Si tan solo hubiese dejado el destino fluir...

Sacudo mi cabeza para alejar esos inútiles pensamientos. Lo hecho, hecho está. Ahora una vida crece en mi vientre, y no me puedo detener a pensar en lo que hice mal.

Quiera o no Andrew tendrá que hacerse cargo. Yo no hice esto sola, él puso su parte también.

Caminando por la acera de la calle decido que es mejor que hable con Andrew otro día, con la mente más calmada.

Al llegar a casa cierro la puerta de un portazo sin importarme que mamá venga a bombardearme de preguntas sobre por qué no estoy en el colegio.

Mamá sale de la cocina para ver quién llegó. Tiene la cara manchada de harina y se está quitando el delantal, algo extraño porque ella casi nunca cocina.

—¡Mi niña! ¿Por qué llegaste tan temprano hoy que te estoy preparando una sorpresa?

Me sorbo la nariz y paso el dorso de una mano por mis ojos, que deben estar rojos por llorar tanto. Sin poder evitarlo, miro a mi madre como si estuviera loca. ¿Mi niña? No me llama así desde que tengo once.

—¿Qué te pasa, mamá?— le pregunto extrañada. Ella nunca está de buen humor.

Y justo tiene que estarlo hoy.

—Estoy ayudando a Mandy con la comida. Estamos preparando tu platillo favorito, y la tarta de calabaza que te gusta, también.

—¿Por qué?— vuelvo a preguntar, como si me estuviese diciendo lo más ilógico del mundo.

Dentro de poco le  diré que estoy embarazada, el que haga mi comida favorita solo me lo hará más difícil.

—Espera un segundo, ¿sí? —me pide con esa ya irritante sonrisa aún en su rostro.

Se adentra a la cocina y al cabo de un instante regresa con un papel en la mano. Me lo entrega.

—¿Qué es esto? —pregunto al mirar de reojo la carta, sin leerla.

Mamá ríe, sacándome de quicio por milésima vez.

—¡Tu carta de admisión a Yale, cariño! El cartero la trajo hace unas horas ¡Te aceptaron en la universidad!

Abro mis ojos como platos, sin poder creer cuánta mala suerte tengo.

—Llamaré a tu padre para que venga a almorzar. Él aún no está enterado.

—Mamá no lo hagas, por favor —suplico al borde de las lágrimas.

—¿Por qué, mi amor? Se pondrá eufórico... ¡Ah, y también tengo que llamar para contarles a tus abuelos!

—Ya basta, mamá. No podré ir a la universidad.

Mamá me ve confundida.

—Ya te aceptaron, Eleanor. ¿Por qué no podrías ir?

—¡Porque estoy embarazada! —grito cuanto no puedo aguantar más y estallo.

La Mala del Cuento [Editada]Where stories live. Discover now