|01|

2.9K 156 20
                                    

15 de febrero del 2019

Apreté las manos de Daphne y volví a repetir las mismas frases.

—Tranquila, no pasa nada. Todo va a estar bien.

—Sabes que de todo esto no va a salir nada bueno, eres tú en una cárcel de hombres. Hay muchos de ellos que no han visto una mujer en años —dijo Daphne apretando con fuerza mis manos.

—Lo sé, también me aterra esto pero sé que nada va a pasar. La última vez que fueron algunas del patio C5 no les pasó nada, todo fue normal y hasta aburrido, ellas mismas lo dijeron.

Miré a la guardia que hablaba con otra. No se alcanzaba a escuchar lo que decían pero suponía que eran formalidades.

—Sabes que no quiero hacer nada que llame la atención justo un día antes de ser liberada. El jefe me dijo que era una semana de castigo si me negaba, y no quiero pasar más tiempo aquí cuando estoy a punto de tener mi libertad otra vez. Además, es una orden de los de arriba, solo serán unas horas. —Sonreí tratando de mostrarme despreocupada, algo de lo que no estaba en absoluto. 

Alisé mi uniforme al ver que las guardias terminaban de hablar.

—Cuando menos lo esperes, estaré aquí para pasar la última noche juntas en esta prisión, porque sé que pasaremos muchas más cuando tú también seas libre.

Le seguí sonriendo mientras me alejaba hacía la fila. La verdad era que no me gustaba pasar el último día en otro lado, fuera de mi zona de confort que se había vuelto mi celda, pero me daba más miedo pensar en pasar más tiempo ahí, retrasando mi libertad y la venganza que había estado planeando.

Por órdenes del director de la cárcel, que también era el director de la cárcel de mujeres, un grupo de 10 de nosotras debíamos pasar donde estaban los hombres, que quedaba justo al lado, para hacer un servicio que no nos correspondía: ayudar en una festividad que tenían los presos, ni siquiera nos explicaron bien de qué trataba. Como el sexismo se veía mucho más en ese lugar, teníamos que limpiar, decorar y servir la comida ese día, los típicos trabajos que supuestamente les correspondían a las mujeres.

No sé si estaba muy paranoica pero cuando cruzamos el pasillo que dividía las dos cárceles, pude sentir el cambio de ambiente, era uno mucho más violento y temeroso, por lo que me hizo dudar al seguir caminando.

Miré a la guardia y ésta, con su ceño fruncido, me señaló al frente para que siguiera caminando. Trataba de dar los pasos más largos que me permitían las cadenas de los pies para no quedar abandonada, pero sumando que era la última y más pequeña del grupo, teniendo más desventaja que ventaja al caminar.

Seguimos caminando por pasillos mientras trataba de controlar mi respiración y corazón, diciéndome que todo terminaría bien. A medida que íbamos caminando me di cuenta que las celdas estaban vacías porque no había los típicos gritos, insultos, "piropos" o gestos que se hacían en las cárceles cuando veían a una mujer. Me sentía aliviada de eso, de postergar el encuentro con los reclusos.

—Hey, cambia esa cara o serás carne de cañón cuando eso hombres te vean.

Levanté la vista para ver a la guardia que me miraba con desagrado.

—Solo limítate a hacer lo que tengas que hacer, no digas nada y no mires a nadie a los ojos, Angélica —dijo todo eso sin mirarme por eso no me vio poner los ojos en blanco, siempre me decía el nombre incorrecto.

Al pasar por otro pasillo nos detuvimos porque el guardia que debía estar ahí para abrir las rejas, pero no estaba. Mientras llamaban por la radio, me encorvé un poco para poder alcanzar mi cola de caballo, ya que las esposas de las manos tenían una cadena que las conectaba con las de mis pies.

Destinos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora