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Miro la puerta un poco indecisa. Sé que estar aquí es casi que entrar a la boca del lobo, pero no conseguiré pruebas ni nada sentada sin hacer nada.

Reviso mi celular y veo el mensaje de Daphne donde me dice que Kael está jugando y que ya había desayunado. Me adjunta una foto de él: está sonriente, mostrando sus hoyuelos y con la cuchara en la mano. Me llega un punzada de culpabilidad porque salí muy temprano del apartamento, dejando a Maddox dormido en el sofá y con una nota que decía: "Hay croissant en el horno. Por favor cierra bien la puerta cuando te vayas."

–¿No piensas entrar?

Al escuchar la voz casi dejo caer mi teléfono. Marco McCarthy está parado en la puerta, con una mano en el marco, sin camisa y con su pantalón. Me sonríe lobunamente. Si cree que me va a sorprender mostrándose así, está equivocado, he visto otro abdomen que es mucho mejor.

–Y-ya iba tocar... la puerta. –Pasé un mechón de mi cabello detrás de la oreja. Gesto para que creyera que estaba tímida por su vista a la vez que apartaba mis ojos de su cara.

–No te preocupes, muñequita. Sigue. –Me toma del brazo y me hala.

Resisto librarme de su agarre y lo sigo. Observo la sala de estar con diferentes tonos de café. Es un poco abrumador ver ese color en casi todo, pero lo que más me sorprende, y me parece de mal gusto, es la foto gigante que tiene de él desnudo (solo con una pequeña manta tapando su polla) al frente, donde se supone que va el televisor.

–Magnifico, ¿cierto? –Me dice con una mezcla de orgullo y superioridad.

Asiento y aparto la vista. Es algo completamente extravagante tener ese tipo de fotos, pero quien soy yo para juzgar.

–Espero que no hagas nada travieso con mi foto mientras no estoy. –Me dice riendo.

Me encantaría tirarla por la ventana, pero solo niego y medio sonrío, tratando de mostrarle nerviosismo y no asco.

–Te informo que tengo una cámara con sonido aquí en la sala –Señala una esquina– y otra en mi habitación, así que todas las cosas deliciosas que hagas las puedo ver y escuchar, para después verlas en la noche.

Eso me pone nerviosa, no sabia que tendría cámaras, así que tengo que poner cuidado en lo que haga o diga.

–Sí, señor.

–No me llames así, eso se lo dejo a mi padre, no a mí, aunque me podrías llamar pap...

–Esta es una cocina maravillosa. –Lo interrumpo. No sé que puede hacer o responder si escucho más palabras de su boca de ese tipo.

–Ah, sí, pasa todo el tiempo que quieras ahí, yo solo entro ahí por la nevera, ese no es mi lugar.

Me volteo para que no me vea blanqueando los ojos.

Sigue mostrándome el apartamento y no me pierdo que aparte de más fotos de él, unas con ropa y otras sin ella, hay también pinturas de desnudos de mujeres. Pongo mi mejor sonrisa boba y trato de no hablar, solo asentir o negar.

–Ya he calculado cuando vale la lavandería y lo que equivale a trabajar para mí. Revísalo mientras termino de alistarme. –No esperó que respondiera, simplemente salió.

Cogí el papel y vi que era un contrato pero lo que me hizo abrir la boca fue que el monto de la lavandería era sumamente elevado, casi que cinco veces el valor real. Y cuando lo dividió, añadió unos "intereses" por lo que el contrato era por tres meses yendo tres veces a la semana, aunque solo era en la mañana. Puse el papel en la mesa del comedor antes que lo arrugara o dañara.

Esto es lo que hacen los ricos con las personas que necesitan trabajo.

Suspiro, cojo el bolígrafo y firmo con mi nombre falso. De todos modos solo pienso "trabajar" aquí mientras descubro algo que me ayude en mi plan y después desapareceré.

Destinos CruzadosWhere stories live. Discover now