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Miro el reloj y veo que ya ha pasado la hora en que se supone que viene Marco a la cafetería. Trato de no desesperarme y repaso el plan que tengo para la noche.

Aunque es temprano, decido ir a mi puesto de repostería y terminar de alistar las cosas para la noche. Ya pasó la hora en que él usualmente viene de camino al trabajo a comprar su café y es mejor dejar este encuentro "fortuito" para después.

Pagué el café que me tomé y voy a la entrada. Cuando abro la puerta, un abejorro entra haciendome gritar y lancé mi café por los aires con tan mala suerte que le cae a un hombre con traje. Muchas personas me miran y el abejorro sale de la misma forma que entró. Cuando levanto la mirada me encuentro con la persona que estaba buscando: Marco McCarthy, el secretario de mi hermanastra.

–Lo lamento –digo susurrando.

Sonrío internamente, pero hago lo mejor que puedo para verme asustada.

–Lo lamento de verdad, pagaré la lavandería. Me- me imagino que es un traje muy caro, dios mío, hoy no es mi día, primero me despiden de mi trabajo y ahora esto. –Mis ojos se aguan mientras hablo–. No se preocupe, señor, el traje quedará como nuevo cuando lo mande a la lavandería.

Me acerqué a él con una servilleta tratando de limpiarlo, haciendo más eficiente mi actuación.

–Hey, chica, tranquila. –Coje mi mano–. No te preocupes, es solo ropa.

–Lo lamento, le arruiné el día, seguro va para una reunión muy importante y yo lo arruiné. Todo me sale mal, ahora ni siquiera sé que voy a hacer para pagar las cuentas. –Una lagrima sale rodando de mi ojo izquierdo–. Lo lamento, señor, no se preo...

–Deja de lamentarte. Necesito que te calmes, esto es solo ropa, nada más, ¿me entiendes? Con agua y jabón se quita.

Asiento mientras lo miro. Me quito la chaqueta que tengo puesta y trato de limpiarlo otra vez. Noto como sus ojos se clavan en mi busto. Me aseguré de poner más relleno y mostrar más el escote.

–Ven, vamos a mi auto. – sin medir palabra me cogió del brazo y me sacó de la tienda.

Mientras caminábamos, sonreí. Así no había planeado el encuentro, pero salió mejor de lo que imaginé.

Él abrió el auto y me dejó pasar, y no me perdí que rozó ligeramente su pierna con mi trasero cuando me fui a sentar. Cerré mis ojos y serené mi expresión, no podía arruinar este encuentro.

Él dio la vuelta y se hizo al lado del conductor.

–¿Cuál es tu nombre? –preguntó mientras se quitaba su saco.

–Angelica. –respondí en un susurró.

–Cuando hables conmigo, mírame. –Levantó mi cabeza un poco brusco.

Reprimí las ganas de apartar su mano y darle una bofetada.

–Angelica, este traje es muy caro. –Se señaló–. Así que llevarlo a la lavandería no saldrá barato pero todo se puede solucionar si se habla.

Quise maldecirlo y estrellar mi puño sobre su nariz.

–¿Te botaron de tu trabajo? –Asentí–. ¿Necesitas dinero para pagar la lavandería? –Asentí–. ¿Entonces estás buscando trabajo? –Asentí.

–Pero no se preocupe, haré lo que sea para pagarle. –Me le acerco y junto un poco mis brazos, haciendo notar más mis senos. Su mirada se clava en mí y sonríe.

–No te preocupes, te tengo el trabajo perfecto. –Se voltea y empieza a desabotonarse su camisa–. Justamente mi empleada renunció y necesito alguien que me haga las cosas de la casa, ya sabes, limpiar, organizar, cocinar, atenderme en mis necesidades. –Ahora sé porque su antigua empleada renunció– ¿Estás dispuesta a trabajar para mí y así pagarme?

Destinos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora