14.

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—Vamos, Jiminie, te presto mi cama para que duermas

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—Vamos, Jiminie, te presto mi cama para que duermas. —dijo Taehyung.

Miró el reloj de su muñeca, marcaba las 10pm, llevaba poco más de diez minutos pidiéndole a su amigo que fuera a dormir.

La fiesta había durado menos de lo que había esperado, pero disfrutó del evento, al menos hasta que notó al rubio cabeceando en el rincón más cercano a la entrada, por suerte llegó a tiempo antes de que su cabecita impactara contra la pared.

Jungkook tenía más que merecido un buen golpe, uno que le devolviera al Jungkook de hace unos meses. ¿Qué le costaba llamar y avisar que al final no vendría?

Le parecía un completo descaro de su parte, había dejado a su amigo plantado con la esperanza fallecida de que llegaría.

Sentía pena por él. Verlo con los ojos adormilados, su rostro algo agotado, su nariz roja y un pronunciado puchero avisando la posible llegada de unas cuantas lágrimas lo hacía ver lamentable.

Sin embargo, Jimin haciendo caso omiso no se movía ni un poco donde estaba, sabía que Jungkook no podía fallarle.

—Prepararé mi cama para que te acueste en ella, luces cansado —suspiró —. Si Jungkook no está aquí para cuando vuelva, te llevaré así sea arrastrado por el suelo hasta la habitación. —advirtió antes de irse.

Jimin asintió sin ganas, decidió irse a la cocina por un vaso de agua mientras miraba una y otra vez su celular en busca de alguna llamada o mensaje no visto de Jungkook, pero no había nada.

Por no prestar atención, chocó algo fuerte su hombro con alguien más, al parecer una mujer por el perfume tan irritante que traía consigo.

—¡Fíjate por dónde caminas, enano!

Esa voz la conocía, levantó la mirada encontrándose con la chica que lo molestó cuando era niño, Joy.

Apenas lo miraba con fastidio y desprecio, soltó un bufido, manoteó su cabello para llevarlo hacia atrás a la par que se giraba para salir de una vez por todas de la fiesta que ya había acabado.

Jimin murmuró unas disculpas y avergonzado siguió su camino para llegar a su destino. Vio un gran vaso de agua sobre la encimera, no lo pensó dos veces y sólo tomó de aquel vaso.

Terminó limpiando la comisura de sus labios con un gesto en su rostro, el agua tenía un sabor algo particular que no era propio del mismo.

Ignorando eso, dejó el vaso en el lavavajillas y regresó a la sala a la vez que la señora Kim entraba al lugar, preguntándose en su cabeza quién se había tomado su vaso de licor en lo que estaba en el baño.

El rubio con la cabeza gacha, tomó asiento en uno de los sillones que daba vista a la entrada y se mantuvo allí meciendo sus pies hasta que comenzó a ver doble y poco a poco borroso.

La inocencia de un chico [ Kookmin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora