De vuelta a la realidad

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Tras un par de semanas he caído en cuenta que en realidad Claudia no tenía intención de partir, cada vez que intento salir resulta que se encuentra frente a la puerta y solo era capaz de abandonar mi casa si era acompañada de ella; me vi forzada a cancelar mis terapias con Viktor, él cuestiono una cien veces mi decisión, pero cada vez que me preguntaba me encerraba en mi misma. Me sentía completamente tonta y sola, no podía decirle a Viktor como era mi vida en casa, seguramente mi madre lo demandaría y en seguida nos mudaríamos de ciudad.

Respecto a mi terapia no había mucho que comentar, mi madre me lleva al centro medico más cercano a su trabajo, se asegura de que me encuentre dentro del lugar y se marcha; me ha hecho reintegrarme a la escuela en línea hasta que pueda volver a caminar.

Y Yuri, el inalcanzable Yuri, simplemente se marcho de mi vida; no hubieron mensajes de buenos días, no existieron llamadas para preguntar sobre mi progreso y mucho menos visitas para vernos al menos un par de minutos. Quiero creer con todo mi ser que lo que dijo Claudia respecto a consolarlo sea mentira, y aun así, puedo escuchar que ella se marcha por las tardes y vuelve mucho después del anochecer.

— ¿Crees que vuelvas a ocupar tus patines? —pregunta Claudia una mañana mientras desayunamos.

— ¿Qué clase de pregunta es esa? —pregunto de vuelta dejando la cuchara con cereal en el aire a medio camino del plato a mi boca. —Es claro que los volveré a ocupar.

—No los volverás a ocupar. —dice mi madre. —Dáselos a Claudia, los necesita ahora que esta saliendo con el chico rubio.

Mi corazón se detuvo un momento, sentí como algo aplastaba mi pecho, el aire abandono mi cuerpo, mis ojos lagrimearon y tuve sostenerme del desayunador a la par que con la mano izquierda sujetaba la camiseta cerca del corazón. Me levante de la silla alta y di un par de pasos lejos de esas dos mujeres.

—Entonces, pasare por los patines más tarde. Yuri vendrá por mi. —notaba la burla en las palabras de Claudia. —Ya sabes cuanto le gusta patinar.

—Eres una maldita estúpida. —me quejo. —Quédate con lo que quieras. —giro sobre mis talones para encararla. —Toma toda mi jodida vida porque no importa cuanto te esfuerces, jamas serás ni la mitad de lo que yo soy.

—Esas no son formas de hablarle a tu amiga. —mi madre se acerca a mi. —Claudia ha estado en cada uno de tus mejores y peores momentos, solo porque el niñito rubio la prefirió no puedes maldecirla.

—Esta casa es un infierno. —tomo mi celular. —No sé que clase de relación tengan, pero este lugar ya no es mi hogar. 

Con la fuerza que tengo para caminar salgo de casa y avanzo lo más rápido que puedo hasta la avenida para tomar un taxi, le doy una dirección y se pone en marcha.

Marco un par de números en el celular y espero a que respondan.

—Pequeña. —la alegre voz de Viktor estalla al otro lado de la línea y tengo que contener las lagrimas. — ¿Pequeña?

—Viktor, voy a tu casa y cuando llegue necesito hablar contigo... —mis palabras son entrecortadas porque me trago el llanto. —También necesito hablar con mi padre y un juez.

—Oh, supongo que ya saliste de la distorsionada casa de tu madre, eso es bueno... ¿necesitas donde quedarte?

—Si... —murmuro y doy un pequeño suspiro. —Y dinero.

—No te preocupes por el dinero, nunca ha sido un impedimento. Prepararé la habitación de invitados.

—Gracias. —mi voz apenas es audible.

—No es nada pequeña. Te veo aquí. —cuelga el teléfono y recarga mi peso en el asiento mientras que observo por la ventanilla, aun hay hielo, pero ha dejado de nevar, la temperatura no supera ni el primer grado centígrado.

Al llegar al edificio de departamentos donde vive Viktor me esta esperando frente a la entrada y me saluda con la mano. Se acerca a pagar el taxi y me ayuda a bajar del mismo. Acaricia mi cabeza y me abraza para después palmear mi espalda.

—Odio que la gente llore. —dice. —Me hacen llorar a mi también y detesto eso. 

Sus palabras calan hondo en mi interior y sorbo la nariz mientras que un par de lagrimas resbalan por mis mejillas, hay demasiado viento que golpea mi rostro, pero no parece molestarle a Viktor.

—Claudia sale con Yuri. —digo y comienzo a llorar con toda la fuerza que tengo.

—Lo sé. —vuelve a acariciar mi cabeza. —Créeme que lo sé.

—No me dejaron ir a terapia contigo y ella quiere apoderarse de mi vida. 

Me guía al interior del edificio y tomamos el elevador hasta su piso, caminamos un poco más y me hace entrar a su departamento. No he dejado de llorar en ningún momento y Viktor no ha soltado mi mano. Me sienta en su pequeño sofá y va a la cocina por un vaso con agua fría, bebo de él y desde la habitación de visitas aparece Makkachin quien se posa en mis pies para proporcionarme calor.

—Te ha extrañado. —explica el peliblanco. —También yo. —se sienta a mi lado y vuelve a abrazarme. —Deberías llamar a tu padre, saldré por la cena mientras que le explicas que es lo que ha sucedido.

Viktor sale del departamento dejándome en compañía de su perrito y entonces le llamo a mi padre quien contesta al segundo tono. Le explico la situación en casa de mi madre y todo lo que ha hecho junto con Claudia, me pide permanecer con Viktor un tiempo en lo que él regresa de su viaje de negocios y dice que depositara dinero en la cuenta del mayor para cualquier necesidad que tenga. Al terminar la llamada me quedo recostada en el sofá acariciando la cabeza de Makkachin quien se ha quedado dormido y entonces mi celular timbra.

"El anciano dijo que vives con él."

Veo el nombre de contacto de Yuri brillar en la pantalla y no puedo creerlo.

"Dijo que has mejorado y que incluso caminas."

La realidad golpea mi rostro y bloqueo el contacto. Si iba a iniciar una nueva vida sería lejos de la gata rusa que aun se apoderaba de mis pensamientos en los momentos más inoportunos de mi día. Cuando vuelva a patinar aplastare su gran ego en el hielo y le demostrare a quien decidió menos preciar. 

La Gata Rusa 3 [Actualizaciones LENTAS ]Where stories live. Discover now