Sorpresa...

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Quizá habían sido dos o tres meses los que había ido a terapia física con mis madre, pero ella no parecía especialmente preocupada por si progreso.

Había dejado de utilizar las muletas y no ocupaba los muros ni los barandales para sostener mi peso, claro que aún rangueaba un poco y de vez en cuando sentía dolor al estar demasiado tiempo de pie, pero fuera de eso y la continúa manipulación por parte de Claudia y mi madre, todo parecía estar bien.

Pero me sorprendía lo diferente que podía llegar a ser mi vida a lado de Viktor, era como si él creyera en mi, me apoyaba en lo que quería hacer y guardaba sus opiniones controversiales para instagram, incluso ahora que estaba casado no parecía perder su esencia.

— ¿No extrañas a Yuri? —le pregunté a Viktor después de haber tomado una ducha y vestirme para ir a la terapia física.

—Cada segundo del día. —admitió. —Después de todo, es mi esposo. —me sonrío con ternura y extendió un plato de cereales con rodajas de banana sobre ellos en la barra de la cocina. —Debes comer y mantenerte fuerte. —me dio la espalda para sacar una botella de leche del refrigerador y servirme un vaso. —Lei que es bueno para que los huesos de vuelvan a unir.

Lleve una cucharada del cereal a mi boca ignorando por completo el vaso con leche fría frente a mi, odiaba su sabor y como se convertía en una asquerosa flema en mi garganta imposible de tragar sin tener que tomar otro trago y repetir la acción una y otra vez.

— ¿Por qué no viven juntos? —volví al tema de su matrimonio.

—Yuri debe ganar antes y yo... —medito un momento antes de continuar. —Me necesitan aquí. —sonrío con pesar. —Necesito estar aquí.

Seguí comiendo el cereal en silencio hasta que Viktor tomó mi hombro y le dio un leve apretón.

—Vamos, que llegamos tarde y hay muchas cosas que quiero hacer hoy. —tomó su abrigo y las llaves del departamento para luego abrir la puerta. —Abrigate, estaremos fuera todo el día.

Sin esperar alguna otra indicación tome mi ya acostumbrado abrigo y trote para llegar a su lado para después salir del departamento rumbo al hospital para mis terapias.

Había pasado poco más de un día fuera de casa y no tenía señales de mi madre, cosa que me preocupaba, la extraña y espantosa sensación de tranquilidad antes de que todo se desvanezca.

La terapia como siempre fue relajante, estaba progresando, me sentía imparable, junto con eso Viktor se tomó la molestia de adquirir pomadas, ungüentos y pastillas para que mejore y para mi sorpresa una vez que terminamos la sesión, nos dirigimos al palacio de hielo.

Ese lugar donde mis sueños perecieron tocar mis dedos y tras cruzar la puerta el inigualable sonido de las cuchillas rasgando el hielo me hizo estremecer, el frío que emana la pista y las decenas de personas dedicadas a colocar un pie frente al otro mientras que se deslizan con delicadeza y tosquedad, se ríen y otros maldicen al olvidar su coreografía. No detengo mi andar mientras que mi mano derecha sujeta levemente la barandilla que separa el hielo del camino acolchado.

—Volviste. —una voz que casi olvidó como sonaba llega a mis oídos, apartó la vista del hielo para posar la en Mila, esa pelirroja que ahora se acercaba a mí sonriendo, esa sonrisa cálida que te decía que todo iría bien. —Después de volver no supimos de ti y mucho menos ahora que... —dejó de hablar y su mirada se desvío a la pista de hielo, sabía que estaba mirando, no quería voltear y comprobarlo, pero era mentalmente débil así que mire sobre mi hombro derecho y logre ver a Yuri al otro lado del palacio calentando antes de entrar al hielo, pero no había rastro de Claudia. —Ella no vino. —murmuró Mila.

—Tengo una sorpresa. —dijo Viktor y me gire para verlo. — ¡Ta-ra! —me mostro una caja y me la entregó. —Primero necesitarás gastarlos para evitar lesiones.

—Viktor... —murmure y abrí la caja, dentro se encontraba un par nuevo de patines blancos, la cuchilla relusia como el oro, salvo que eran de titanio, podía reconocer la alta calidad de esas hermosas piezas. Sentí como mis ojos se humedecian, tomé los patines entre mis manos y Viktor lanzó la caja lejos logrando que Mila se quejara. —Dios... gracias. —abrace los patines a mi cuerpo soltando un par de lágrimas. —Muchas gracias.

—Vi que ella ahora usa los tuyos, no puedo recuperarlos, pero si reponerlos. —admitió Viktor. —Junto con las terapias y medicamentos, te voy a entrenar y también tomaras clases de ballet para que recuperes la flexibilidad.

—Viktor. —estire los brazos y lo abrace lo más fuerte que pude, él se limitó a reír y revolver mi cabello.

—No exageres. —palmero mi cabeza. —Solo que hay un detalle... —me aparto y lo mire con una ceja enarcada. —Tal vez, por tu condición, debas patinar en pareja...

La Gata Rusa 3 [Actualizaciones LENTAS ]Where stories live. Discover now