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Nanon, 18 años.

—Dios ama al pecador, pero no al pecado, y el enemigo se manifiesta de maneras diversas, así que debemos incrementar nuestra fe, y rechazar todo aquello que él no aprueba.

Suspiro analizando las palabras del sermón en medio del silencio absoluto de la iglesia.

Es estúpido y estoy aburrido.

Creo que no hay forma de mejorar un domingo, hasta que escucho un resoplo de molestia en mi fila.

Giro de inmediato, porque eso llama mi atención.

Es un chico que debe tener más o menos mi edad, y está girando los ojos con los brazos cruzados.

Debe ser nuevo en el pueblo porque no olvidaría a alguien que luce así.

Decido resoplar igual que él para que me note, y lo consigo, pero también recibo un golpe de mamá, para que no haga ruido y preste atención.

Me disculpo con una pequeña reverencia hacia ella y aunque ya no volteo, puedo sentir que él aún me está mirando.

El silencio vuelve a aparecer por un par de minutos, hasta que lo escucho toser.

Se levanta y pide permiso para pasar, caminando hacia la puerta de entrada.

—Necesito usar el baño —le susurro a mamá.

Ella suspira negando con la cabeza.

—Te dije que fueras en casa, Nanon —responde con la voz pausada— que no vuelva a suceder.

Le aseguro que así será y camino rápido hacia afuera, para buscar a ese chico y fingir que nos cruzamos por casualidad.

El jardín que queda fuera es un poco amplio, así que me frustra no poder encontrarlo con la mirada.

—Hola —escucho detrás de mí y suelto un pequeño grito del susto.

Él se ríe apoyándose en el respaldar de una de las bancas junto a la fuente.

—No hagas eso —le digo frunciendo el ceño.

—Lo siento —responde con una sonrisa— soy Ohm.

—Nanon.

—¿También crees que es aburrido adentro, Nanon?

—Es más que aburrido, porque el odio disfrazado de amor es muy peligroso, y la religión promueve diferencias estúpidas.

—Sí —dice asintiendo— es bueno entonces que estemos afuera, porque no necesitamos escucharlo.

—Cierto —respondo sentándome a su lado— perdón, debes pensar que soy un poco raro por decirte esto sin conocerte.

—No lo eres, pienso igual así que es agradable saber que no estoy solo en esto.

—¿También te has sentido atacado con las cosas del sermón?

—Sí, pero yo me siento atacado todo el tiempo, no solo en la iglesia, también lo escucho de mis papás, en la escuela, probablemente todos los días de mi vida.

Siento una extraña comodidad al saber que pasa por lo mismo.

—Es exactamente como me siento, y me agota que me estén juzgando por ser yo.

—Espero que no les hagas caso.

—No, y nunca les permitiré convencerme de que ser yo está mal, porque sé lo que hay en mi corazón, eso es lo único que debería importar.

Ohm apoya su rostro en la madera y me mira, intimidándome un poco.

Es lindo, y muy amable, eso me gusta.

—Eres listo.

—No —respondo con las mejillas ardiendo— solo digo que me gustaría que todos pudiéramos ser como somos, sin que las personas crean que tienen la autoridad de reprimirnos, cuando no le hacemos daño a nadie.

—Me gustaría también —indica mirando hacia la puerta— Nanon, creo que esa es tu mamá.

Volteo de inmediato, totalmente aterrado, y eso empeora al ver la molestia en su rostro.

Fue un error decirle que soy gay, porque ahora no me deja tranquilo un solo segundo, y está al borde de pedir un exorcismo para mí.

Parece un chiste muy malo pero no lo es.

—Lo siento, debo irme.

—¿Haces algo más que venir a la iglesia o tendré que esperar una semana para verte de nuevo? —pregunta agarrando mi brazo.

Ya quiero llegar a mi casa para poder gritar y rodar en mi cama, porque me ha tocado.

—A veces voy al parque frente a la biblioteca y le hablo a las personas sobre todo lo que pasa por mi mente —le digo tratando de estar sereno.

—Soy nuevo acá, así que suena como el mejor plan que podría tener.

Le sonrío de nuevo antes de caminar hacia mamá, que agarra mi brazo con fuerza cuando me acerco.

—¿Qué hacías?

—Hablar.

Ella mira a Ohm por un par de segundos y suspira.

—Me asusta que puedas contagiar a otros muchachos.

—No estoy enfermo, solo soy gay —digo mirándola a los ojos— si me amas y no puedes con esto, intenta al menos dejar de dañarme con tus palabras, mamá, porque sigo siendo yo, y siempre he sido gay.

Cierro los ojos cuando su mano golpea mi rostro, enojado porque no puedo responder o será peor, y apenado porque el único chico interesante que hay en este pueblo está mirando esto.

—Tus golpes no harán que eso cambie, mamá, porque no he decidido ser gay, simplemente lo soy, y Dios me hizo de esta manera, por eso sé que él no piensa como tú.

Pecador | OhmnanonWhere stories live. Discover now