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Nanon, 28 años.

Al escuchar a la directora de la única escuela para niños especiales que hay en la ciudad, mi frágil paciencia termina de romperse.

—Sabes que él es retrasado...

—Tiene problemas de aprendizaje —digo interrumpiéndola— suelo escuchar esa palabra bastante seguido, pero me sorprende que la use usted, porque su trabajo está dirigido para niños con condiciones similares.

Ella ni siquiera me presta atención.

Tal vez debí dejar que Ohm se encargue de esto, porque él si puede mantenerse sereno en situaciones así.

—Le decía, que mantengo mi posición de no darle la oportunidad en nuestra institución.

—No sería insistente, si tuviera alguna otra opción —digo suavizando la voz— Matt necesita de esta escuela, y podemos pagarle más si es necesario.

—El problema es que nuestros especialistas no están preparados para alguien como Matt, tal vez tener dos padres podría estar empeorando su condición mental, y yo no quiero hacerme cargo de eso.

Tengo ganas de soltar una gran risa, por la frustración.

Ese siempre es el problema.

—Lo lamento.

—Usted no lo lamenta —respondo poniéndome de pie.

—Lamento que ese niño tenga que vivir así.

—¿Así? —le cuestiono señalando la ventana.

En el jardín está Ohm sentado con él, dándole helado con una cucharita.

—¿Qué le molesta de eso? —insisto tratando de no quebrarme— Matt no puede estudiar, solo porque usted ve algo malo en dos personas que lo aman, y dan todo por hacerlo feliz, eso es injusto.

—Debería plantearse mejor quién está equivocado, porque él ya tiene suficientes problemas por ser retrasado, tal vez debería haberse quedado en el albergue, y usted debería estar agradecido porque no he denunciado esto.

—¿Le parece que es mejor estar en un lugar donde apenas les dan de comer?

—Estaría mejor incluso muerto.

No suelo estar preparado para comentarios así, aunque ya los he escuchado antes.

Camino hacia el pasillo, saliendo de la oficina, y apenas cierro la puerta, me apoyo en la pared.

Mis lágrimas aguantaron bastante, porque tenía ganas de llorar desde que entré.

Todo el tiempo me gusta pensar que puedo con lo que sea, pero no es así.

Limpio mis ojos y respiro varias veces para calmarme, porque no quiero que Ohm se preocupe.

Doy pasos lentos hacia afuera para tener tiempo de recuperarme, y apenas entro en el césped, Marlín corre hacia mí.

Me siento a su lado en el suelo, dándome un momento para acariciarlo, y su lengua pasa por mis ojos.

—¿Te ha gustado el paseo, pequeñito? —le pregunto besando su frente.

Marlín ladra, moviendo la cola.

Me gusta que con él siempre es una conversación de ambos lados, es muy inteligente y estoy orgulloso por eso.

—Empezaré a incluir más salidas durante la semana, porque me gusta verte feliz —digo con la voz rota.

Él lo nota y me mira, ladeando su cabeza.

Pecador | OhmnanonWhere stories live. Discover now