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Nanon, 24 años.

Estoy dando vueltas por la cocina porque siempre he sido muy malo para hacer pasteles, y Marlín está sentado en su camita, mirándome raro.

Tiene un papá un poco inútil y lo está descubriendo.

Coloco el azúcar al lado del café, acomodándolo en la bandeja.

—Ya casi —susurro colocando el pastel también y reviso todos los ángulos para asegurarme de que se vea bien.

Suspiro finalmente, más seguro de lo que he hecho, y pongo con cuidado el vaso de jugo al lado.

—Listo —le digo a Marlín luego de colocar el plato con quesos— se nota que no confiabas en mí, pero acabé.

Él solo mueve la cola seguro sin entender, así que camino hasta la puerta para abrirla y dejarlo salir.

—Ve a la cama, y despierta a papá —le digo animándolo a correr.

Sonrío porque Marlín aún está chiquito y resbala varias veces antes de llegar a la habitación.

Sé que va despertarlo porque aún no puede subir solo a la cama, así que siempre llora jalando las frazadas, hasta que alguien lo suba.

Camino detrás, orgulloso de mi desayuno y desde el pasillo escucho a Ohm.

—Buenos días, bola de pelos —le dice con flojera.

Cuando entro veo que ya está arriba, lamiéndole la cara y colocando sus patas en su nariz.

Marlín es nuestro mejor despertador.

Dejo la bandeja en la mesa y Ohm abre los ojos rápido, levantando la cabeza.

Seguramente ya ha olido, y siempre despierta con hambre.

Salto sobre él, para besarlo, escuchando los ladridos de Marlín que está ya acostado en la almohada.

—Feliz cumpleaños, amor de mi vida —susurro acariciando su rostro.

—¿Y mis obsequios? —responde con una sonrisa.

—¿Acaso no nos ves? —pregunto fingiendo estar ofendido— nosotros somos lo mejor que te ha pasado.

—Humildes ambos —dice mirando a Marlín que mueve la cola, y baja las manos por mi cintura.

Cierro los ojos acomodándome sobre él, porque quiero seguir durmiendo.

Estoy agotado porque desperté temprano para hacer el pastel, y estuvimos despiertos hasta tarde.

—Te hice el desayuno, ¿quieres?

—Sí, huele muy bien —responde dejando que me levante, y volteo rápido, cuando siento su mano en mi trasero.

—¡Ohm! —le grito entrecerrando los ojos— no delante de Marlín.

Él saca la mano haciendo un puchero, como siempre que lo regaño.

—No tienes idea de cómo has cambiado el ritmo de nuestra vida sexual —le dice acariciando sus orejitas mientras voy hacia la mesa— cuando no estabas lo hacíamos incluso en…

—Te estoy escuchando, Ohm —le recuerdo interrumpiéndolo.

—Perdón.

Pecador | OhmnanonWhere stories live. Discover now