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○●

En la noche, apenas entro en el departamento, tiro la puerta con fuerza y no me detengo hasta llegar a la habitación.

Obviamente han dicho no.

Miro a Ohm cuando me alcanza y me arrepiento de no haber puesto rápido el seguro.

—Non —dice suavemente, seguro pensando en la forma de animarme.

Lo miro con dificultad, porque mis lágrimas me lo impiden.

—¿Qué quieres?

—La próxima vez...

—¿La próxima vez? —pregunto entre dientes— ¿Acaso no entiendes que no importa cuánto intentemos?

—No me voy a rendir.

—Pero yo sí, estoy cansado de esto porque no entiendo la razón por la que está mal que queramos cuidar a alguien que no tiene una familia, ni siquiera les dan de comer bien ahí.

—Lo sé.

—Es una mierda, Ohm, todo esto, el mundo, estoy harto y quiero estar solo, así que vete.

—Amor...

—¡Vete! —grito lanzándole una almohada.

Suspiro cuando obedece, y pasan algunos segundos para escuchar que cierra la puerta principal.

Sé que no debería.

Ohm no tiene la culpa, pero estoy furioso, incluso conmigo mismo.

Las injusticias logran quebrarme, y no poder hacer nada más, me hace sentir inútil.

Abrazo la almohada y hundo mi rostro ahí, con un dolor en el pecho que continúa creciendo.

Yo siempre le pido que me ayude, pero empiezo a creer que no me escucha, porque a Dios no le gusta lo que soy.

A veces pasa por mi mente que tal vez está enojado conmigo.

Camino a mi escritorio limpiando mis lágrimas y saco cada escrito que tengo de diferentes religiones y sus opiniones con respecto a los homosexuales.

Todos han tenido largos debates y diversas posiciones que han cambiado con el paso de los años; eso me hacía creer que ser totalmente aceptados era cuestión de tiempo y educación.

Sin embargo, cuando estoy en situaciones así, tengo dudas y lo único que hago es sentarme a leer.

Suelo desconectarme de lo demás como siempre, y me sobresalto cuando escucho la puerta principal.

Veo el reloj de inmediato, y es bastante tarde.

Han pasado horas y me siento mucho mejor que cuando se fue, así que cierro el libro y mi corazón se estremece al verlo parado como siempre en el marco de la puerta.

Yo amo a Ohm, muchísimo, y me siento mal cuando ocasiono peleas entre nosotros.

—Ya volví.

—¿Te enojaste? —le pregunto con la voz suave.

—Tal vez.

Comprendo porque sé que no tengo razón para alejarlo de esa manera.

—Lo lamen...

Interrumpo mis palabras cuando mi mirada cae al suelo, y veo a un cachorro, asomando su cabecita desde atrás.

Está asustado.

Escucho su llanto cuando me levanto, y se esconde cuando camino hacia su lado.

—¿Quién es?

—Aún no tiene un nombre, su mamá murió, y lo encontraron con sus hermanitos en la calle.

Me arrodillo en el piso y estiro mi mano lentamente hacia él.

—Hola —susurro sonriéndole al verlo con las orejitas en alerta— qué bonito eres.

El perrito me mira aún inseguro, oliendo de lejos.

—¿De quién es? —pregunto subiendo la mirada.

—Nuestro.

—No me mientas —digo negando con la cabeza y logro acariciarlo— eres tan lindo.

Consigo ganar la confianza suficiente para cargarlo y me levanto colocándolo en mi pecho.

—Es hermoso —digo besando su cabecita.

—Y es nuestro —repite orgulloso.

Hace esa mueca siempre que se da cuenta de que hizo algo bien.

Lo miro a los ojos, tratando de asegurarme de que no está jugando.

—No tiene donde quedarse, Non, ¿acaso no lo quieres ayudar?

—¿En serio se puede quedar acá?

—Claro que sí.

—Te vas a quedar —le digo acariciando sus orejitas— vas a vivir acá, y yo te voy a cuidar mucho.

Pecador | OhmnanonWhere stories live. Discover now