16

724 127 124
                                    


Nanon, 33 años.

—Bebé —digo llamando su atención.

Matt levanta la mirada de su libro y abre ligeramente la boca para recibir el helado.

Apenas me pone atención cuando está coloreando.

—¿Te gusta salir a estudiar afuera? —le pregunto acomodando su gorrito.

Él asiente, señalando la ventana.

—¿Nieve?

—Sí, creo que va a nevar.

Yo sé que a él no le gusta hablar, pero ha aprendido mucho y me siento feliz porque a veces ya es capaz de mantener conversaciones largas.

Sin embargo, me asusta aún pensar en que la gente no sea buena con Matt si notan que es diferente, pero Ohm y yo tratamos siempre de hacerle saber que no hay nada malo en él.

—Mira que bien te quedó esto —le digo señalando la hoja— voy a pegarlo frente a mi escritorio.

—Porque soy muy talentoso —responde sonriéndome.

Sonrío también agarrando su mejilla.

Claro que lo es.

Si hay algo que me hace bien es saber que mi hijo es feliz.

—¿Vamos ya a casa?

—Sí —responde ordenando sus colores— papá llega, es noche.

—Tienes razón, Ohm ya casi tiene que llegar —le confirmo mirando mi reloj.

Camino a la caja y mientras pago, resoplo al verlo correr hacia fuera.

Es que a Matt nunca le gusta esperarme.

Me apuro a salir a la calle, para atraparlo y ponerle el suéter.

Hace frío porque la noche ha caído, y estamos en invierno.

Las personas cuando va a nevar apenas salen de casa, y no veo un solo taxi cerca, así que supongo que tendremos que caminar mucho.

—Matt —lo llamo desde atrás— ve despacio, vas a caerte.

Él no me hace caso, pero se detiene de golpe justo frente a las piernas de un muchacho, que está junto a su amigo.

Las personas lo ponen nervioso, así que retrocede, pero uno de ellos agarra su bracito y lo jala hacia él.

Eso me asusta.

—Nanon —dice el rubio.

Lo busco en mis recuerdos, y creo haberlo visto antes, pero no estoy seguro.

—Soy de la universidad del norte, diste una charla ahí hace unas semanas.

—Me acuerdo —respondo tratando de acercarme a Matt, pero el otro chico me empuja.

Entiendo en ese momento que esto es malo de verdad.

—Fue interesante oírte justificar que eres un maricón, pero nosotros aún no estamos de acuerdo con tus conclusiones, ambos creemos que no es natural, y no deberías andar por ahí, normalizando algo así.

—¡Papi! —grita Matt asustado, y la mano del chico golpea su boquita para callarlo, haciéndolo llorar.

Mi miedo crece y de verdad quiero llegar a él, pero no logro ganarle en fuerza.

—¿Sabías que es ilegal que un anormal críe un niño? —me pregunta directamente— es porque puedes enfermarlo.

Mi boca parece paralizada, porque no puedo concentrarme en nada más que Matt intentando soltarse.

Estoy agitado porque sé lo confundido y asustado que debe sentirse.

—¿Puedes dejarnos ir? —le digo casi en una súplica— o voy a llamar a la policía.

—A la policía le importa un carajo proteger a gente como tú.

—Papi —repite Matt con sus labios temblando.

—Es muy lindo —dice agachándose hacia él— es una lástima que tenga que crecer con un maricón.

Miro a la calle para buscar ayuda, y cuando mis ojos regresan a Matt, veo como el chico lo levanta y golpea contra la pared en la cabeza.

Mis músculos tiemblan pero logro vencer ese bloqueo y camino hacia él, sin sentir ya a mis pies en el suelo.

—Ojalá se muera —dice avanzando por la calle para escapar, junto a su amigo que se ríe.

Intento levantar a Matt con cuidado, pero mis manos no están reaccionando correctamente, menos aún después de ver el hilo de sangre saliendo de su nariz.

—Bebé, está todo bien —digo con la voz temblándome, mientras busco un auto cerca pero la calle está vacía— tú tranquilo, no pasará nada.

Mi corazón se descontrola de desesperación cuando solo cierra los ojos sin responderme.

Tengo la vista nublada y la garganta me arde como nunca antes.

Yo sé en ese momento, que no está bien, y que no importa lo que haga, no puedo ayudarlo.

Pecador | OhmnanonWhere stories live. Discover now