Capitulo 5

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Convencer a David había sido un trabajo duro de un par de meses, con ideas, pros y contras y aval de que trabajaría hasta desangrarse para salir adelante. Sorprendentemente la que lo apoyó sin vacilar fue Raven.
  El trabajo más difícil fue hablar con las dueñas de las recetas para que se las dieran a Raven y negociar los intereses y pagos.
  También dejó de aceptar algunos trabajos de reparación para arreglar la panadería y adecentarla un poco. Estaba como dejada, limpia pero nada más, invirtió hasta el último penique que tenía.

Cuando la señora Candance tomó la taza de té él le sonrió de manera provocativa. Ese hombre sí que sabía hablar para envolver a la gente y la oferta que le estaba ofreciendo era muy tentadora. Básicamente le estaba dando la misma cantidad de dinero que ella hacía sin trabajar ni un ápice. Sabía que ellos se quedarían con más ganancias, pero no le molestaba en lo más mínimo pues ya estaba vieja para estar trabajando, pero no podía dejar de hacerlo pues necesitaba el dinero.
Christopher sabía que la mujer aceptaría la oferta, pero disfrutaba hacerlo esperar. Él sabía cómo buen cazador que debía tener paciencia para esperar a que su presa estuviera lista para darle la última mordida y sucumbiera.

— Le daré un 35% de las ganancias si eso la deja más tranquila.

Por el brillo en sus ojos azules pudo saber que su respuesta era un sí definitivo y se deleitó con su triunfo.
  Cuando salió con la cita para el día siguiente en la panadería para que le enseñe a Raven a hacer las galletitas, sintió excitación por primera vez.
   Si las cosas funcionaban, ya no tendrían que estar contando peniques para vivir. Un recuerdo lo asaltó en ese momento y lo dejó tembloroso.

Tomen lo que deseen mis amigos, todo lo que hemos obtenido de este barco es suyo.
Vio a su tripulación arrojarse sobre la proa del barco donde estaba todo lo recaudado o robado del barco que dejaban atrás. Era un barco de transporte de mercancía que iba hacía América y estaba lleno de dinero y joyas. La información sobre esas embarcaciones valía cada penique. No le importaba que le dejen minucias, a veces pasaba. El grumete se acercó a él y le tendió un collar de perlas.

— Acéptalo de mí parte. En agradecimiento por aceptarme en su tripulación.

— Muchas gracias. — Dijo él aceptando su regalo.

Siguiendo su ejemplo varios de sus secuaces les dieron alguna que otra joya.
  Los mantenía contentos y con flujo de dinero, recorrían los océanos en busca de joyas y dinero sin importar el lugar. Bajaban en playas seguras y luego él los dejaba para enterrar sus cofres. Ellos no sabían a dónde iba cuando los abandonaba, no tenía por qué darles explicaciones. Se sentía seguro cuando guardaba los cofres en diferentes lugares. Porque el terror más grande en su vida era pasar hambre o volver a la miseria que había pasado cuando abandonó a su padre. Orgulloso, jamás habría vuelto así se hubiera muerto de hambre, que de hecho casi había pasado. Después de haber tocado el fango había resurgido como Baumman el pirata de los mares y no se arrepentía de nada y jamás lo haría.

Christopher suspiró y se pasó la mano por el pecho, Baumman lo perseguía en sus sueños.
Sus recuerdos se mezclaban entre la verdad y la imaginación. Quería creer que era un hombre honrado y bueno; pero de vez en cuando se sentía incómodo y molestó por tener una respuesta servicial. Habría dado un buen portazo a algún cliente mal hablado o mandar al diablo a alguien que se hacía el tonto y no quería pagar por sus servicios.
   Sus sentimientos encontrados lo hacían sentirse siempre frustrado y cansado de batallar consigo mismo por eso. Sus pensamientos mordaces no hacían más que hacerle sospechar que su verdadera identidad era la de un ser vil que habría golpeado a varios si su conciencia no lo detenía a tiempo.
  Solía sentarse a mirar el cielo en la noche, cuajada de estrellas y sentía un anhelo pero no sabía de qué exactamente. Sentía que su lugar no era ahí; pero no sabía exactamente dónde era el lugar donde se sentiría realmente realizado. Había pensado en buscar a su familia, pero cada vez que lo pensaba más se desanimaba.
Los sueños eran recurrentes, aunque a veces se preguntaba si eran sueños o recuerdos, y luego tenía la duda si eran recuerdos de un recuerdo o de un sueño.
  Se veía a sí mismo haciendo cosas indebidas y bastante reprobatorias solo por decir lo mínimo, y se autoconvencia de que eran sueños y nada más. Aunque muchas veces esos "sueños" traían evidencia consigo como cicatrices y diálogos exactos.
  Los recuerdos de su familia se volvían nítidos a veces y en cambio esos no dudaba de su veracidad y ahí es cuando entraba en conflicto con la persona que era en ese momento. ¿Por qué no dudo de esto pero si de lo otro? Se preguntaba a menudo. Era un híbrido entre lo que era antaño con su familia, lo que era sin su familia y lo que era sin recuerdos. Eran tres personas batallando en su interior y aunque él creía que finalmente ganaría el honrado a veces se veía sobrepasado y solía contestar mal e incluso varias veces que había hecho caso omiso de los sentimientos ajenos para solo ocuparse de lo suyo.
  Cómo por ejemplo con la mujer que le daría la receta de sus galletas, sabía que la había estafado. Ellos recibirian más dinero que ella pero… moriría pronto y él solo le estaba dando una vejez cómoda, no tenía que sentirse mal por ello.
  El mundo era despiadado, se dijo a sí mismo. Cuando llegó a la casa vio a Raven preparando el té y frunció las cejas cuando vio el servicio que estaba utilizando. A ellos les servía el té en tazas viejas y que no combinaban, si estaba usando el juego de te quería decir que Milton estaba en la casa y él hizo mala cara. Le molestaba ese hombre, era un invitado bastante frecuente últimamente y Christophher sospechaba que tenía que ver con el hecho de que Raven lo hubiera descubierto besándose con algunas de sus pacientes.
   Raven se lo había confiado una noche mientras él estaba sentado fuera, ambos solos. Ella había ido a llevarle una tarta que había cocinado y lo había descubierto besando a una mujer casada, se quedó en silencio sin saber que hacer, le había susurrado. Y luego hizo pasar a otra paciente y se repitió el procedimiento. Cuando él la había descubierto, después de tres diferentes pacientes le había contado una historia totalmente descabellada que ella había decidido creerle. Él le explicó que no estaba bien, pero ella estaba tan enamorada de ese imbécil que él había decidido no entrometerse más. Problema de ella, se había repetido una y otra vez.
  Aunque le molestaba la forma en que la engañaba, no pensaba entrometerse y ahí nuevamente sentía el aguijón de su moralidad diciéndole que debía protegerla, pero ganaba su parte indiferente. Así que cuando Milton Sterling iba a la casa de visita, solía escabullirse escaleras arriba. Dejo que Raven lo aguantase sola.

Mentiras Negras ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora