Capitulo 34

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  Christopher y Raven se pasaron la mañana de compras, eligiendo telas, empapelado y tantas cosas más que el término mareado. Habían contratado un decorador de interior porque habían acordado que ambos tenían un gusto horrible para decorar la casa. Cuando la puerta se cerró, él dejó las bolsas así nomás en el suelo y la acercó de la cintura para besarla como había deseado toda la mañana. Ella correspondió al beso y después se quejó sobre sus labios, se alejó un poco.
Cuando ella sacó una bolsa de su pecho él se pasó la lengua por los labios excitado. Nada lo excitaba más que ella cuando se tocaba.

— Deja de mirarme lascivamente.

— Perdón amor mío pero no puedo dejar de excitarme.

— Eres un cerdo

— Recuerdo muy bien como te gusta este cerdo. — Respondió acercándose un paso.

— ¡Que encantador!

Ambos voltearon sorprendidos por la voz. Raven dio un grito sorprendido y Christopher se movió poniéndose delante de ella.

— Daniel, nos asustaste. — Dijo él en un susurro.

— ¿Por qué habrías de asustarte? — Preguntó con una sonrisa.

Christopher lo observó sentado en el sillón, justo enfrente de la puerta, un sillón que no estaba ahí antes, sino en el salón.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

— Vine a conocer tu casa, creo que mí invitación se perdió.

— Aún no está lista. — Contestó Raven con voz temblorosa. — Queríamos adecentarla un poco.

— Qué casa tan grande, debe haber costado mucho dinero. ¿Una panadería en un pueblito costero te dio tanto dinero?

Raven apretó el saco de Christopher en una silenciosa advertencia.

— No sé de qué hablas.

— Creo que si lo sabes Raven Anderson, porque según supe la panadería de tu padre y la venta de esa casa destruida te reportaron dos libras en comparación con esta casa.

— El dinero es mío, Daniel. — Respondió él.

— ¿Estás seguro? Raven abrió unas cuentas e ingreso dinero en grandes cantidades hace unas semanas. — Daniel sacó unos papeles de su saco y se los arrojó a los pies. — O quizá lo hizo porque su supuesto marido no podía abrir cuentas a su nombre, porque estaba muerto.

— Hasta donde sé, estoy vivo. — Espetó levantando los hombros.

— Desde hace unas semanas, cuando te casaste legalmente con ella, mucho después de pasar las navidades con nosotros.

— ¿A dónde quieres llegar? — Pregunto impaciente.

Lo sabía, Christopher podía ver la verdad en los ojos de su hermano, en su tono de voz y su quietud. Estaba disfrutando mantenerlos en vilo y él podía jurar que las paredes que tan acogedoras le habían parecido antes, ahora se cerraban sobre él. Su pajarita, era lo único en lo que podía pensar, en sacarla de ahí.

— Me parece que tú y yo tenemos que ponernos al día, después de todo… Debes contarme tus aventuras de once años como Baumman.

El agarre en su saco se apretó más y él pasó una mano hacía atrás tomándola de la muñeca.

— Por supuesto. — Dijo con una tranquilidad que no sentía. — Deja que Raven se vaya y tú y yo hablaremos de lo que quieras.

— Eso no va a pasar. — dijo ella con fiereza.

— Raven tiene mucho que contar también. — Dijo Daniel levantándose del sillón.

— Ni un paso más, Daniel. — Christopher levantó la mano y lo señaló. — Un solo paso más cerca de Raven y conocerás de lo que soy capaz.

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