Capitulo 23

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— ¿Y si tomas mí apellido? — preguntó ella mirándolo desde la pequeña cocina.

Ella estaba haciendo unas galletas mientras él acomodaba en sus baúles pequeñas bolsas con joyas y oro, esparcidos en diferentes capas de ropa para que no hicieran ruido. Él la miró pensativo.

— ¿Anderson? Christopher Anderson. — Dijo después para probar el nombre completo.

— Creo que es lo más fácil y legal dentro de lo ilegal. — Dijo con una sonrisa divertida. — Ya que no puedes usar tu apellido, toma el mío. No necesitaremos buscar documentos para ambos, con el mío podemos decir que tu perdiste el tuyo y te harán uno nuevo, con mí apellido.

— ¿Y cuándo nos casaremos?

— Podemos hacerlo en otro lado, en otro pueblo. Cuando ya tengas tus documentos legales. Deberíamos averiguar cómo hacer eso aquí en Escocia. Además recuerda que estamos casados, supuestamente.

El asintió y continuó con su trabajo por unos momentos.

— ¿Dónde quieres comprar una casa? — preguntó después de estar satisfecho con lo que estaba haciendo.

Se levantó y se sentó enfrente mientras ella cortaba la masa y las ponía sobre la bandeja.

— No lo sé. No lo pensé. No conocemos mucho, no sabría dónde instalarnos.

— Busquemos un mapa, elijamos una ciudad y vayamos a conocerla ¿Que piensas?

Ella rió divertida con su idea.

— Me encantaría que conocieras el mar… — Ella lo miró y le enterneció verlo dibujar con los dedos en la harina.

Se acercó y lo abrazó desde la cintura, aún maravillada de que tuviera esa confianza con él y le dio un suave beso en los labios.

— No importa. Busquemos la ciudad más alejada del mar, justo en el centro de Inglaterra. — Ella sonrió sobre sus labios y pasó la nariz sobre la suya. — Compremos una casa con muchas habitaciones, grandes jardines y cerca del bosque.

— ¿Cerca del bosque? — preguntó él y ella murmuró su aprobación cuando sintió las manos de él dándole largas caricias en la espalda.

— Podemos buscar una donde estemos cerca de algún arroyo o un río. Quizá hasta puedas bañarte ahí. — Ella se alejó para verlo. — No es el océano pero algo más cerca.

Él se mordió los labios y la inocente sonrisa que ella le dedicó, pensando en su amor por el agua lo encendió. Bajo más las manos por su espalda hasta su trasero y apretó sus nalgas, sonrió cuando ella abrió los ojos.

— ¿Cuánto le faltan a esas galletas?

— Todavía no las puse al horno. — Susurró ella mirando la bandeja sobre la cocina.

Sus habilidosas manos le desabrocharon las cintas del suave vestido que se había puesto esa mañana, era ligero y cómodo, pues no pensaba salir a la humedad del día nublado. Dejó que le bajara el vestido lentamente mientras le daba húmedos besos en el cuello, ella pasó las manos por su pecho, cuando se alejó para quitarse las mangas y sonrió cuando vio que esos ojos oscuros la acariciaban de forma pecaminosa, e hicieron que las paredes internas de su vagina se constriñeran, el bajo su vestido hasta el piso y se pasó la lengua por los labios al verla sin nada más debajo. Sin preámbulos la tomó de la cintura y la sentó en la mesada.

  Él la quería así, perversa y caliente igual que él, y ella lo ponía duro con solo ese vestido, cuando se lo había quitado y no tenía nada más encima había sentido la necesidad de apretarla y nunca dejarla ir.

Se hincó en el suelo, sin preámbulos, cayendo de rodillas. Raven parpadeó asombrada con esa muestra de sumisión que mostró, se alzó sobre los codos y lo miró embelesada. Sus manos ascendieron desde sus tobillos, rozando cada pierna con cuidado y delicadeza. El corazón le martilleaba dentro del pecho y ella no podía quitar los ojos de su rostro, de la forma en la que la estaba tocando y mirando. El la olisqueo desde su pierna derecha hasta llegar a su intimidad, sin preámbulos saco la lengua y le recorrió la entrepierna haciéndola vibrar.

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