7 | Reverencia

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«La recuperarás

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«La recuperarás. Te lo prometo»
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—Tenemos que irnos—dije con firmeza, arrebatando las llaves del auto de la mesa auxiliar. —Ahora mismo.

—Bec, espera—comenzó a protestar Brett hasta que me giré para mirarlo, nuestros ojos se encontraron fuertemente ya que ninguno de nosotros estaba dispuesto a dar marcha atrás. —Tenemos que pensar bien las cosas, idear un plan...

—¡No hay tiempo, Brett!—exclamé, sintiéndome un poco frenética, mi mente ya estaba siendo torturada con los horrores de las visiones. Ambos sostuvimos nuestras miradas por unos momentos, hasta que pareció ceder, asintiendo lentamente.

—Está bien. Está bien, vamos...

Hubo un estrépito repentino y fuerte, seguido por el sonido de vidrios rompiéndose en pedazos. Me di la vuelta y observé cómo Venus se agarraba a la mesa, con los nudillos blancos y la cabeza inclinada hacia abajo. —¿Vee?

—Anda—inmediatamente descartó, agitando la mano. La miré confundida, notando sus movimientos frágiles y débiles, y oliendo algo más: sangre.

—Vee, ¿estás bien?

Ella inclinó la cabeza hacia arriba, la sangre manaba de su nariz. Las llamas de las velas sobre la mesa rugieron con fuerza y ​​el libro de hechizos se estremeció. —Es solo un efecto del hechizo—informó con una tos. Sus ojos se cerraron con fuerza, su rostro retorciéndose de dolor. —Estaré bien—se atragantó. —Vayan.

Compartí una mirada con Brett, quien estaba mostrando desgana mientras miraba a Venus nuevamente. —Ve tú—dijo finalmente. —Me pondré al día.

Hice una pausa, vacilando por un breve momento mientras miraba entre mis amigos.

Pero ya había hecho mi elección.

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Mi respiración se hizo más superficial cuando vi el edificio aislado. Las luces salían a raudales de las ventanas, lo que indicaba que Mason, Liam y Hayden estaban dentro.

Y tenía que llegar a ellos primero.

Antes de llegar a la puerta, miré hacia el cielo nublado, los nervios se asentaron en la boca del estómago. Ya casi estaban aquí.

—Tenemos que irnos—grité mientras atravesaba las puertas, casi tropezando con mis propios pies en la prisa. —¡Como ahora!

—Espera, ¿Qué estás haciendo aquí?— Mason cuestionó, sus cejas estrechándose hacia mí con confusión. Entré a la oficina, cerrando la puerta detrás de mí.

—Salvar sus estúpidos traseros —respondí, mirando entre los tres, quienes parecían estar desconcertados. —Dejen de mirarme así. Los jinetes vienen, ¿de acuerdo? Tenemos que irnos.

Instict | Liam Dunbar ³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora