11 | Miedo

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«Esa no es la cena»• ────── ✾ ────── •

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«Esa no es la cena»
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—¿Te vas tan pronto?

Lancé mi mirada a un lado, deteniéndome por un breve momento antes de girar la cabeza. La luz del sol penetraba a través de la pequeña rendija de la cortina, bañando mi habitación ya él con un cálido resplandor ámbar.

Las sábanas blancas que lo envolvían se movieron cuando comenzó a sentarse correctamente. Bromeando, levantó las cejas, pasándose una mano por su cabello castaño despeinado con tanta indiferencia, era como si no pudiera importarle menos, lo cual, pensándolo bien, probablemente no podría.

—Tengo que ir a la escuela—, respondí con indiferencia, mis dedos jugando con los últimos botones de mi camisa. —Algunos de nosotros no tenemos el placer de quedarnos en la cama todo el día—. Una risa baja salió de sus labios cuando me agaché para tomar mi bolso, levantándolo sobre mi hombro. —Por cierto, probablemente deberías salir de aquí al mediodía. Scott debería estar en casa para entonces.

Aunque esto no era algo nuevo para nosotros, prefería escabullirme mientras él aún dormía para evitar la incomodidad que traía la situación. Hoy simplemente no fue mi día.

—Hasta pronto, entonces— dijo, todavía mirándome con una leve sonrisa en sus labios. Ya ni siquiera era una pregunta. Ambos sabíamos que estaba garantizado que, en algún momento, lo llamaría de nuevo en busca de una solución rápida.

—Si tienes suerte—, dije casualmente, mirando a Theo a los ojos por última vez antes de salir de mi habitación, bajar las escaleras y salir por la puerta, tal como lo había hecho innumerables veces antes.

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El sonido estridente del silbato de Scott resonó en mis oídos, el ruido se sentía como si estuviera rebotando alrededor de mi cráneo. En respuesta, me encontré haciendo una mueca, sintiéndome sensible al sonido.

—¿Tienes que seguir soplando esa cosa?— Le espeté a mi hermano, cuya sonrisa ni siquiera vaciló cuando volvió su atención hacia mí.

—¿El que?

—¿Tartamudeé?— Me mordí con impaciencia, luchando por quitarme el casco. —Soplas el silbato cada cinco segundos, me está volviendo loca.

—Lo siento— dijo, la disculpa apenas sonaba sincera. —De vuelta al campo, Bex.

—Maldita sea, dame un respiro, soy tu maldita hermana—gruñí, preparándome para volver a ponerme el casco.

—No en el campo de lacrosse, no lo eres —respondió, y sus ojos se posaron brevemente en los otros jugadores.

Rodé los ojos. —Muérdeme.— Me encontré con tres agudos silbidos en respuesta, y resoplé, apretando los dientes mientras Scott me dedicó una sonrisa inocente. —Estúpido.

Instict | Liam Dunbar ³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora