Décimo quinto acto

11.1K 868 1.1K
                                    


3/3 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Para Harry, los siguientes tres meses estuvieron llenos de una incomodidad a las justas disimulada, miradas arrepentidas y emociones aplastantes, perdidas en el anhelo de una ambrosía ya probada y que no podía volver a beber.

Demasiadas estrellas muertas que contar en su firmamento, aguardando el momento inevitable en que su energía se agotara y entrando en combustión, se desmoronara en un montón de cenizas sin ruego ni identidad, desvaneciéndose en la nada.

Miedo, incertidumbre, verdad...

Un solo trago del más amargo de los licores llamado humanidad.

—Mmmmh, Louis, regresa a la cama. —pidió el actor palmeando el espacio vacío a su costado con una sonrisa ladeada que pretendía cubrir la duda en su voz.

Los orbes azules se separaron un momento de la pantalla, para solo darle una mirada divertida con una ceja arqueada y negar sutilmente con la cabeza.

—Tengo trabajo que hacer. — a pesar de su tono suave, la falta de calidez en su gesto apretó un nudo a su alrededor.

Un frío que poco tenía que ver con el clima, trepó por su columna y se alojó en su pecho con una viciosa comodidad. Tragó duro y sin saber muy bien qué hacer, se volvió a recostar en el desastre que la cama estaba hecha, delineando sin mucho interés las manchas húmedas que se mantenían de su jornada matutina.

Louis, por supuesto, había dejado que sus besos se convirtieran en una necesidad tan vívida como el oxígeno, se había asegurado de que sus caricias se transformaran en un martirio y su mirada perdida en la tristeza, la constante de sus pesadillas.

No le negó jamás una caricia, un beso pasional o un orgasmo jadeado con velocidad; siguió frecuentando su cama, su vida y sus sueños como si fuera el dueño de cada pensamiento dado, pero la sutil muralla erigida alrededor de sus corazones no cedió con el tiempo ni con las disculpas murmuradas a media noche.

Se había arrepentido.

Por supuesto que lo había hecho.

En el momento en el que la puerta se cerró tras los pasos de un Louis que en medio de su orgullo se negó a mostrar su tristeza, Harry supo que fue un error; cuando al día siguiente el asistente le recitó su agenda de la semana y se negó a cruzar sus miradas, se dio cuenta de que había renunciado a algo demasiado grande y cuando tres días después, Louis dio un comunicado oficial desde su cuenta de Twitter, negando categóricamente una relación con su jefe, su corazón se detuvo unos segundos en dolor.

Hate you, love me [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora