Décimo noveno acto

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Louis había aprendido a amar el arte de la misma forma en que aprendió a amar los atardeceres rojizos o las gotas de lluvia en su ventana al amanecer

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Louis había aprendido a amar el arte de la misma forma en que aprendió a amar los atardeceres rojizos o las gotas de lluvia en su ventana al amanecer. Se había perdido desde muy pequeño en las pinceladas melancólicas de los artistas enamorados como el alcohólico se perdía en un buen whiskey envejecido; se encontró admirando los paisajes abstractos y quedó absolutamente encantado con la lágrima retratada por el pincel. Había aprendido a descifrar los patrones más absurdos de trazos y a sentir hasta los torbellinos de color, aceptándolos como suyos.

El arte, entonces, se convirtió en otro tesoro guardado celosamente en su espinosa alma.

Así que cuando Sam, de forma misteriosa, lo había recogido y llevado hasta una de las más pintorescas galerías de la ciudad, Louis no pudo evitar que una chispa de emoción le recorriera el cuerpo y una sonrisa sincera pugnara por romper su gesto por lo demás controlado.

—¿Puedo preguntar por qué aquí?— le cuestionó algo cauteloso, mientras hacían fila, esperando su turno para entrar.

Sam dudó un segundo, mirando a su alrededor con gesto crítico y un suave rubor brillando en sus mejillas.

—Yo como que tenía en mente la típica cita infalible, ¿sabes?—respondió lentamente, como si temiera asustarlo— Película a media tarde y cena en un bonito y lujoso restaurante. Pero lo mejor que hay en cartelera es la película de Styles y, bueno... No parecía la mejor idea llevarte a ver algo que probablemente ya has visto miles de veces antes. Debes estar harto y pensé que no te gustaría el plan.

En realidad, sí que le gustaría.

Había algo en la forma de Harry al interpretar un personaje, que lo hacía absolutamente impresionante. Ver a aquel que conocía más que a sí mismo ponerse una piel que no era suya y lucir tan real al respecto, nunca dejaba de sorprenderlo; y era mágico ver cómo retazos de escenas que había ayudado a producir, se convertían en una historia que lo seguía sorprendiendo como la primera vez.

Harry Styles había nacido para estar bajo los reflectores, y verlo hacer lo que más amaba, era de las cosas preferidas de Louis. Y lo había sido desde que era un adolescente que se sonrojaba con la sonrisa de hoyuelos del actor en el póster de su habitación en Doncaster.

Hate you, love me [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora