Décimo sexto acto

11.5K 771 1.2K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Ey, Louis! ¿Estás bien?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Ey, Louis! ¿Estás bien?

La voz de Gerard, firme y serena a su costado, lo hizo despegar la mirada del gesto pensativo que cierto hombre de largos rizos color chocolate tenía, o en cómo a pesar de que el aclamado vástago menor del cine desempeñaba cálidamente su papel encantador, había una estela de melancolía en sus ojos que no desaparecía.

Ridículo y fugaz, su corazón martilleaba furioso por ir a su encuentro, alisar con delicadeza las arrugas de su frente y enderezar la corbata de intrincados patrones con una sonrisa; su cerebro, acostumbrado a orbitar alrededor de su brillante estrella, no parecía haber recibido el memorándum para alejarse, pues insistía en acercarse a su incinerante dolor y solucionar aquello que lo afligiese, incluso a costa de su propio bienestar.

Una emoción sin voz ni nombre, conocida por su forzosa convivencia, se abrió paso en su pecho y aunque sus dedos picaron por ir y acariciar la perfecta y pálida piel de porcelana, se mantuvo firme en su sitio, apretó las manos en puños y exhaló cuidadosamente.

—Sí, gracias. —respondió al cabo de un tiempo excesivamente largo.

El representante le dio una mirada escéptica, ignorando a sabiendas el rumbo que los orbes azules tomaban cada cierto tiempo y procurando mantenerse alejado de aquel incendio de la forma más eficiente posible.

A pesar de ello, unos minutos después, tras darle la bienvenida a uno de los grupos que esa noche tocaría en la premiere y notando que Louis estaba francamente distraído, preguntó.

—¿Estás seguro? —su voz salió ligeramente apretada.

El asistente bufó por lo bajo y le dio una mirada divertida con las cejas alzadas.

—Por favor, no tengamos esta conversación, Gerard. —le pidió con un tono que aunque parecía burlón, contenía una mínima pincelada de tristeza — Lo puedo soportar de la Nana, de Hunter y Yavok que ¡benditos, no pueden tener la boca cerrada! Incluso de Ada... Pero no me hagas el test de qué tan jodidos están Harry y Louis, tú no, por favor.

El moreno apretó la mandíbula y ladeó la cabeza.

—¿Si te digo que es mi responsabilidad velar por su bien?

Hate you, love me [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora