(𝟐𝟗) · 𝐋𝐚 𝐥𝐮𝐧𝐚 ·

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—Disculpa, ¿puedes repetirlo? Creo que me ha dado una bajada de azúcar o estoy alucinando con una droga tremenda o no sé, porque acabo de escuchar que te has follado a Cedric Diggory y eso no puede ser verdad

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—Disculpa, ¿puedes repetirlo? Creo que me ha dado una bajada de azúcar o estoy alucinando con una droga tremenda o no sé, porque acabo de escuchar que te has follado a Cedric Diggory y eso no puede ser verdad.

Nyx suspira muy despacio, golpeando el suelo con el pie sin parar. Solo han pasado tres segundos y ya se ha arrepentido de contárselo a Hina.

Pero no ha tenido más remedio. Ha llegado a las cinco de la mañana a la habitación y, por muy despacio y silenciosamente que ha intentado quitarse la ropa para no despertarla, no ha servido de nada cuando Hina ha encendido las luces de la habitación y la ha visto en ropa interior.

Podría haber dicho que las marcas que tenía por el pecho eran de algún bicho del lago, pero eso se le ha ocurrido después. El pelo despeinado y los labios hinchados podría haberlos aducido a haber estado corriendo por los pasillos para que no la encontrara ningún profesor o al frío del agua.

Pero ya es tarde. Se lo ha dicho a Hina. No hay vuelta atrás.

—Siéntate aquí y cuéntamelo todo.

—Son las cinco de la mañ...

—¡Siéntate aquí y cuéntamelo todo!

Los ojos de Hina se han abierto como platos y a Nyx le da miedo decirle que no. Todavía está procesando lo que ha ocurrido.

—Me quiero duchar porque huelo a pozo.

—Pues me lo cuentas desde la ducha, ¡pero no corras la cortina! Necesito verte la cara.

—Eres una perturbada mental.

—Sí.

—Tardo cinco minutos y te lo cuento mientras me seco el pelo.

Tarda quince, en realidad, porque estar empapada y pasándose las manos por el cuerpo le recuerda todavía a Cedric.

No sabe cómo se siente al respecto.

Bueno, mientras había estado con él, se había sentido genial. No sabía si se debía a la oscuridad de la noche o a la confesión de Cedric con el pelo mojado y las manos alrededor de su cintura, pero besarle por fin había sido como meter por fin la llave correcta en una cerradura y escuchar el crujido que indica que se abre la puerta. Llevaba meses intentando comprender por qué sentía ese cúmulo de emociones hacia Cedric, intentando entender ese enfado que le entraba al verle que no se saciaba nunca haciéndolo rabiar.

Resultaba que, todo este tiempo, la respuesta había sido besarle y que él la besara de vuelta.

Solo de pensar en ello se le hace un nudo en el estómago que viaja directo a su líbido. Se apoya contra la pared y se lo imagina de nuevo encima de ella, acariciando su muslo insufriblemente despacio, como si fuera consciente de los escalofríos que le provocaba. Lo vuelve a recordar mientras lo mira desde encima, sujetándole el pelo y cerrando los ojos mientras recita maldiciones sin parar bajo su toque.

· Díada · (Cedric Diggory)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora