𝓬. 003

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𝓔 | ESME STANFORD

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—Estaré ahí a las once, quizás doce, no sé —suspiré al teléfono, exhausta de intentar calmar a la persona del otro lado de la línea— Deberías saber que los turnos en el hospital son así.

Claro que lo sé, sólo que no recuerdo haber visto a mi hermano pasar tanto tiempo en el hospital haciendo su internado.

Rodé los ojos, llevando mi mano a mi rostro, y casi perdiendo la paciencia ante la insistencia de que llegara temprano.

Es decir, sólo era cuestión de tiempo que mis raros horarios para trabajar aquí comenzaran a causar problemas entre nosotros — pero apenas llevaba un mes, y ya no se ponía tan histérico como antes.

Por lo menos, estaba cambiando de a poco.

—Quizás en esos tiempos era diferente, pero te digo que ahora estoy ocupada, hablaremos después —suspiré—, no olvides darle comida a Agate, por favor.

Ha estado encerrado en tu baño todo el día, al parecer.

—De todos modos dale comida, cuando tenga hambre irá allí —dije rápidamente—, nos vemos después, te amo.

Yo también te amo —respondió, antes de cortar la llamada.

Miré la pantalla de mi móvil antes de bloquearla, dejándola en uno de los bolsillos de mi delantal blanco mientras caminaba hacia la sala de descanso destinada a las personas que trabajaban en urgencias.

Suspiré, en busca de una cama disponible para recostarme unos minutos antes de continuar con el turno que me tocaba.

La noche estaba algo tranquila — sólo habían llegado un par de personas con fracturas o intoxicaciones por pociones mal hechas, cosa que al parecer era muy común los domingos por la noche.

Bostecé un poco, enredándome mi varita en mi cabello mientras llevaba mi mano a la manilla de la puerta, cerrándola de inmediato en el momento en que vi a una mujer semidesnuda sentada encima de alguien.

—Mierda —murmuré para mí misma—, ¡las salas de descanso son para dormir! —exclamé.

Justo en el momento en que me iba a dar la vuelta para irme a otro lugar para descansar un rato, escuché la voz de Raphael llamándome desde la puerta que acababa de cerrar.

Lo miré incrédula mientras se arreglaba su uniforme de médico, y rodé los ojos al verlo con una sonrisa boba en su rostro.

—Lo siento, Esme. Olvidé cerrar con un hechizo —soltó una pequeña risa, mientras detrás de él aparecía la figura de la doctora Wood, casi en las mismas condiciones que él.

—Sí, no volverá a suceder —dijo apresuradamente, abrochándose su bata mientras pasaba a nuestro lado, dirigiéndose casi avergonzada hacia la sala de urgencias.

Sweet & Mint | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora