Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
𝓔 | ESME STANFORD
Llevaba unos cinco minutos en busca de un baño, y realmente comenzaba a arrepentirme de no haber aceptado la invitación de Draco para acompañarme a encontrarlo.
¿Pero cómo iba a aceptar estar un momento a solas con él? Desde que me subí a su auto me sentía realmente deseosa de su tacto — y me encontraba confundida.
La manera en la que estaba actuando conmigo esta noche me tenía realmente vuelta loca, con cada toque o simplemente la manera en la que me estaba hablando. Mis ganas por él parecían aumentar cada vez más, y juraba que lo único que me detenía de agarrarlo para besarlo con desesperación era el hecho de que estaba lleno de gente que ambos conocíamos.
Sí, era verdad que al parecer nadie se encontraba realmente sorprendido de que me hubiera llevado como su pareja, pero de todos modos no quería darle de qué hablar a gente desconocida. Menos sabiendo que los rumores se esparcen muy fácilmente en el mundo mágico.
Suspiré, intentando abrir otra de las puertas que parecía estar abierta — pero no, sólo era otro lugar cerrado que obviamente no era el baño. Me dispuse a girar sobre mis talones para ir en busca de Draco, y que así pudiera guiarme por el camino correcto, pero justo en ese momento supe que algo andaba mal.
Me apoyé contra la pared más cercana que encontré cuando escuché unos gritos provenientes del salón principal, y sentí de inmediato mi corazón acelerarse ante el sonido de varias cosas rompiéndose.
No quería morir aún, eso era obvio.
Me maldije a mí misma al recordar que no traía mi varita conmigo, pero sí mi móvil. ¿Pero de qué servía? Las probabilidades de que algunas de las personas que estaban en la fiesta me respondieran eran nulas. Además, no iba a perder mi estado de alerta sólo por buscar un número en mi móvil.
Busqué con la mirada algún lugar para refugiarme en el largo pasillo en el que me encontraba, pero sólo vi una larga alfombra en el suelo. No había ningún pilar o mueble que pudiera resguardarme, pero me dije a mí misma que si me quedaba quieta, sin hacer ruido, estaría bien.
Los gritos se hacían cada vez intensos, y no pude dejar de pensar en cuál era la razón de tal alboroto. Era obvio que era algo peligroso — no había que ser un genio para darse cuenta de eso.
Cerré mis ojos, esperando alguna señal divina que viniera hacia mí. Justo cuando estaba a punto de rezarle al Dios en que obviamente no creo, unos pasos se escucharon justo por un lado.
Eso era todo, definitivamente iba a morir.
Entonces, sentí un brazo envolver con fuerza mi torso, mientras una mano tapaba mi boca con rapidez, sin dejarme oportunidad alguna de gritar por ayuda. Comencé a removerme con fuerza en un intento de zafarme de aquel agarre tan fuerte, hasta que la persona habló en un tono muy bajo.
