De nosotros

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Hace tres meses de aquel encuentro lleno de besos y silencio. ¿Qué necesitaba Are para irse conmigo? Hemos compartido tanto... ¿qué le falta? No hablo sólo del sexo, sé que tenemos algo que va más allá y que hemos comunicado a través de cada gesto en esos encuentros pero no es sólo sexo y ya.

No cortamos contacto pero sin duda la forma en la que platicamos y nos vemos cambió. Hemos salido pocas veces y cuando ha sucedido ha sido incómodo. Cuando se ha querido tocar el tema, siempre hay forma de cambiarlo, ya sea de su parte o la mía. No nos animamos a hablarlo. Eso tiene que hablarse. 

—Hola, Are... ¿como estás?
—bien, Gabo... ¿pasa algo?
—no, sólo quiero verte... ¿puedes?
—sí... ¿cuándo?
—estoy libre hoy...
—mmm dame un minuto... —paso un rato... —sí, hoy está bien... sólo que sería como a las 9, ¿dónde te veo?
—¿mi depa?
—ok, ahí te veo...
—muy bien, te veo al rato.

Así, nomas. Y así ha sido por tres meses. Espero hoy arreglar eso. Seguí en mi trabajo como siempre. Se hizo hora de irme a cada y fui. Pase por una cosas para preparar algo de cenar y llegué directo a eso. Como a las 8:20 me fui a duchar y me vestí. Esperé a Are, una mezcla de paciencia y nervios me llenaba. Por fin sonó el timbre.

—Hola, Ga... ¡qué guapo!
—gracias, tú también te ves muy linda...
—me hubieras dicho que era una cena bien... vengo muy casual...
—era sorpresa... —cerré la puerta y al voltearme estaba frente a mí —no quería que supie... —no me dejo terminar y me besó —extrañaba eso...
—yo también... vamos
—sí... 

Nos sentamos a cenar. Fue una cena tan placentera. La comida estaba rica. Estábamos relajados y muy platicadores. Hubo besos y arrumacos entre bocados y tragos. Todo iba mejor de lo planeado. Esperé a terminar para tocar el tema en cuestión, no quería arruinar de una la velada.

—Todo estuvo riquísimo, Gabo. No sabía que cocinaras tan bien...
—hay cosas que te faltan de conocer sobre mí...
—y se ve que son varias... pero dime... ¿y está cena?
—ya lo sabes, Are...
—Ga...
—espera... no quiero que te pongas incómoda... si no quieres hablarlo, está perfecto. Escucha, ¿va?
—ok, Gabo...
—mira... desde aquel día en México, todo me da vueltas. No me malentiendas. Adoré aquel día completito pero sé que quiero más... más de ti en mi vida... es lo que quiero
—Gabo... yo...
—quiero que lo sepas...
—Gabo, es que... no sé... ¿y si todo cambia?
—y si todo cambia, ¿y es mejor? Sabes que te adoro, Are... estamos juntos pero no a la vez... quiero llegar a verte, besarte... y saber que si mañana despierto ahí vas a estar... sabes que lo nuestro no es sólo sexo...
—Gabo... para...
—ok...
—sé que no es sólo sexo... sólo no quiero que esto cambie y de una se esfume... no quiero esa incertidumbre... —nos quedamos en silencio unos momentos. Me acerqué a ella y la besé —esto no quiero que cambié... no...
—no lo hará...

Volví a besarla y la acerqué lo más que pude. Tomé su rostro, acariciaba su cabello. Ella puso sus manos sobre mi pecho. El beso se empezaba a alargar. Tomé su cintura, como levantándola y Are se sentó sobre mí con sus piernas bien abiertas. Su vestido fue la elección perfecta, podía tocar la piel de sus piernas y de quererlo, quitárselo sacándolo por encima.

—¿Por qué quieres que esto cambie, Gabo? No ves lo rico que es... la furtividad, el secretismo... es... es perfecto...
—no quiero que cambié... sólo... que sea permanente...
—shhh... sigamos... luego... luego hablamos...

Y seguimos. No sé que quería más: desvestirla o que me dijera "aquí me quedo" pero quería todo en ese momento: quitarle la ropa, besarla completa y hacernos el amor como aquella vez antes de que se fuera.

—¿qué esperas, Gabo? quítamelo...

No tardé. Tomé su vestido y lo quité. Como me encanta verla en ropa interior. Le queda tan perfecta y me deja ver e imaginar lo suficiente de su cuerpo. Su bra apenas le cubre por encima de sus pezones y ese pantie le queda casi como una tanga. Me fascina verla así.

—Ven...
—ajá...
—camina... quiero verte...
—así... —y caminó por la sala... sólo en ropa interior. A cada paso, sus movimientos me atrapaban: sus piernas bien estiradas, las plantas de sus pies desnudos, sus pechos casi al aire. Quería hacerle de todo —¿algo más?
—sí... ven... 

Se acercó a mí de nuevo y la volví a sentar sobre mí con sus piernas abiertas. La tomaba de las nalgas mientras nos besábamos. Are movía sutilmente sus caderas sobre mí. Yo quería terminarla de desvestir y hacerle el amor, o coger, o ambas. Quiero todo con ella.

—¿Te gusta esto, Gabo?
—me encanta...
—entonces... mantengámoslo...
—es lo que quiero...
—yo también... —Se levantó. Se puso de rodillas frente a mí y empezó a quitar mi cinturón. Yo desabotoné el pantalón y en un instante sus manos sacaron mi miembro hacia afuera —está camino a estar como me encanta...
—sabes como llevarlo hasta ahí...
—lo sé... vamos...

Me tomó de la mano y fuimos a mi cuarto. Ahí estábamos de nuevo. No podría ser mejor el momento. Nomas entramos y la recargué en la pared y me solté a besarla. Ella puso una mano sobre mi hombro y con la otra empezó a masturbarme. Mis manos viajaron de su cintura hacia su espalda y desabroché su bra. Empecé a besar su cuello y a morderla en todos lados. Tomé sus pechos con mis manos y la escuché gemir.

—Aaah.. me encanta cuando consientes mis pechos...
—adoro tus tetas, Are... son... son perfectas...
—chúpalos... vamos... —Y empecé a lamer y chupar sus pezones. Me atragantaba. Quería meter cada pecho completo en mi boca —aaaaaay... así... sigue...

Mi lengua se entretuvo en sus pechos y mis manos empezaron a recorrer de nuevo su cuerpo. Encontré lo que restaba de sus ropa interior y la fui deslizando despacito hacia abajo hasta dejarla caer. Volví a besarla y ahora comencé a buscar su sexo con mi mano. Subía despacio por sus muslos, los rozaba con mis dedos. Are suspiraba entre besos, adoro cuando eso pasa.

—Ven, cariño...
—sí... vamos... —Llegamos a la cama. Me quité los zapatos y la camisa mientras ella terminaba de quitarme el pantalón y el resto de mi ropa. Nos acostamos de nuevo en esa cama. Si esa cama hablara —esta cama... no sabes cuantas veces soñe con nosotros en ella...
—y yo... durmiendo aquí...
—ven...

Los besos volvieron a empezar y no faltaron durante toda la noche. Estábamos de nuevo en ese espacio, esa cama, en aquello que fuera nuestro y lo seguía siendo. Todo estaba donde tenía que estar. Are se subió en mí. Adoro verla encima. Me hace saber que está en control y es lo que me encanta: verla en control, de ella, de mí, del momento.

—¿Quieres que me quede, Gabo?
—el tiempo que tú quieras...
—¿y si sólo es hasta mañana?
—entonces... aprovechemos la noche... aunque sea sólo una...
—¿eso te bastaría?
—no... pero es lo que tengo contigo...
—muy bien... bésame...

Y nos besamos. Mis manos la recorrían y nuestros sexos se rozaban con cada beso. Quería que me hiciera el amor y luego me cogiera como siempre. Quiero todo con ella.

—Esto es nuestro... ¿verdad?
—es nuestro, Are...
—¿hasta cuando?
—siempre... si así lo quieres también...
—¿qué significa eso, Gabo?
—vente a vivir conmigo... quédate aquí... no te vayas...
—Gabo... es que... el secreto... el que nadie sepa todo lo que hacemos... lo adoro...
—mantenlo así... sólo quédate...
—¿estás seguro?
—sí... tú y yo en secreto... sólo tú y yo...
—¿y fuera del secreto? ¿qué harás? ¿qué haremos?
—¿qué quieres fuera de eso?
—todo... sin que nadie se entere...
—¿y eso qué es, Are?
—nuestro secreto es secreto... pero afuera no hay nadie más...
—¿juntos pero sin que nadie sepa?
—nos quiero para nosotros... sin que nadie sepa...
—¿te quedarás aquí?
—sólo si no le dices a nadie...
—a nadie... cariño, a nadie...
—a nadie, amor, a nadie... y seremos nuestros...
—yo lo acepto...

Nos besamos. Esta noche marcaba un final y un inicio pero de forma rara sostenía lo que siempre habíamos tenido.

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