𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟷𝟾

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Maratón (2/2)


Lúa

El cuerpo aún adormecido dolía.

Sentía cada una de mis extremidades tan pesadas que se me dificultaba moverlas.

El olor a hospital inundó mis fosas nasales, llevaba unos minutos despierta ya, pero sentía la necesidad de permanecer con los ojos cerrados.

En algún momento debía abrirlos, solo que... no ahora.

Escuchaba poco movimiento a mi alrededor, en realidad, casi no se escuchaba nada. Era como si el lugar en el que estaba estuviera bajo el agua, o más bien, alejado del ruido en realidad.

No sé de qué forma explicar que después de que mis sentidos despertaran por completo sentí la presencia de alguien en la habitación.

Ahora sí, decidida intenté levantar los parpados, pero pesaban más que toda mi mente.

Una vez que abrí lo ojos por completo, vi a mi padre dormido a un lado mío, tomándome de una mano.

¿Por qué no sentía su tacto ahí?

Moví uno de mis dedos, que cedió sin problema y uno de los miles de cables que tenía rosó su nariz. Despertó y me vio directamente a los ojos.

Si seguía mirándome así, lloraría con él.

—Lúa — su boca se torció en una mueca, reprimiendo su dolor.

No llores papá, ¿por qué lloras?

Continuaba aturdida, analicé todo a mi alrededor.

Las persianas blancas que cubrían la ventana, el pequeño mueble con una lampara de noche encendida y un sofá junto a él, la paredes color crema, y finalmente, el monitor que emanaba un ruido de él junto a mí.

Detestaba este lugar, me recordaba lo que sucedió hace un año.

—¿Qué sucedió? — las palabras salieron torpes y arrastradas, sentía la boca tan seca que quemaba.

Papá frunció el ceño, confundido.

—¿N-no lo recuerdas? — sonaba dolido.

Incluso sentí, que si me acercaba lo suficiente a él escucharía a su corazón llorar.

¿Recordar? ¿qué debía recordar?

Mi expresión lo desconcertó. Se puso de pie y solo depositó un casto beso en mi frente. Su tacto se sintió cálido, igual que siempre, me sentí en casa a pesar de estar en este frío lugar.

Papá avisó que saldría a informarle a la doctora que había despertado, y solo en ese momento me percaté de todo lo que tenía conectado a mí. Observé mis brazos, que descansaban a un costado de mi cuerpo cada uno, estaban más delgados que la última vez. Descendí mis ojos hasta mis manos, como si de un camino se tratase, estaban largos y huesudos.

Sentí un dolor punzante en la parte baja de mi vientre y dirigí una mano a él para calmar el dolor, no solía tener cólicos, no me bajaba la regla. El monitor siguió pitando normal, nada se había alterado dentro de mí.

Volví a mirar a mi alrededor, y comencé a tener flashbacks.

En un segundo había un carrito con utensilios quirúrgicos sobre él, y al siguiente no.

No pude evitar fruncir mi ceño.

Lo que sea que me metieron aquí afectó mi cerebro ahora.

La puerta se abrió y dio paso a papá con la doctora Foley, quien me dio un chequeo rápido.

El grito ¿Cuál es el sonido de la muerte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora