𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟸𝟶

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¿Qué es un monstruo?

Nunca he estado segura de la respuesta.

Para la sociedad un monstruo es aquel que no cumple con los patrones establecidos, alguien anormal. Alguien que presente características negativas, ajenas al orden natural.

Y yo no las cumplía.

Era aquella cosa que no sabías de que se trataba en la oscuridad, hasta que decidías encender la luz y te dabas cuenta de que era solo una pila de ropa amontonada.

Era aquel sentimiento que tenías al ver bajo la cama. Era el miedo que te impedía ver bajo ella.

Dejé de buscar monstruos bajo mi cama y en las esquinas oscuras de mi habitación, cuando me di cuenta que en realidad el monstruo era yo.

Para mí un monstruo dejó de ser el algo que habitaba bajo la cama a ser mi reflejo en el espejo por las mañanas.

Me desconocía por completo.

Denominamos monstruo a lo que no le hayamos una explicación lógica y a lo que parece diferente.

Pero ¿qué hace que las personas te vean como uno?

Al llegar a Grimshaw sabía que me enfrentaría a toda clase de comentarios y discriminaciones.

Mi llegada pasó de ser al simple regreso de la hija del alguacil, hasta la rara del pueblo.

Nuevamente me veía comprometida en un escándalo y me llevaba entre los pies a mi papá. Mi desaparición se consideró como intencional para fingir que yo no había tenido nada que ver en las demás desapariciones. Ni siquiera yo podía creer como es que creyeran que yo tuviese algo que ver.

Pero ahí estaban, frente a mí.

Las malditas pruebas que apuntaban directamente a mí. Todas las grabaciones, los últimos minutos de todos. Y yo estuve ahí. Con ellos.

No podía creerlo, estaba pasmada.

Porque la parte despierta y racional de mí, decía que era imposible y que yo no había tenido nada que ver y que era simple casualidad. Pero la parte dormida, la inconsciente me gritaba a todo pulmón que había sido yo misma quien los desapareció.

¿Podría ser cierto?

— Lúa, todas las pruebas que tenemos apuntan a ti — habló el oficial Carson, sacándome de mi trance. — Necesito que me digas todo lo que sabes, si no, no puedo hacer mucho por ti.

Él quería ayudarme, lo supe desde el momento en que estuvo parado frente a la puerta de mi casa, pedía continuamente perdón a papá cuando me llevaron. Después de todo es su trabajo. Pero ni siquiera yo sabía porque aparecía en las cámaras, si se supone que todos esos días, en ese horario estaba en clase.

Me sentía desubicada. Mi vista viajaba de mis muñecas esposadas sobre la mesa a las fotografías de los jóvenes desaparecidos.

¿Qué debía hacer? De alguna forma, me sentía tan cansada que ni siquiera tenia ganas de defenderme, de pararme y limpiar mi nombre.

― Solo sé ― hice una pausa, cansada de repetir por milésima vez lo mismo ―, que yo no tuve nada que ver.

El oficial Carson estudiaba mi semblante y negaba con la cabeza. Sentía que una parte de él no me creía, pero estaba bien, tenía derecho.

― ¿Quieres comer algo? ― preguntó amablemente y yo asentí con la cabeza, no había una ventana cerca, pero seguro que ya rondaban como por las cinco de la tarde. Al poco rato trajeron una bandeja con sándwich y un jugo de naranja. Comencé a devorarlo como si no hubiese un mañana, había perdido la cuenta de cuanto tiempo llevaba sin comer ya. ― El oficial Jones no te da un buen trato ― siguió después de un rato.

El grito ¿Cuál es el sonido de la muerte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora