CAPÍTULO 21

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Durante la semana que nos quedamos en la cabaña no faltó un buen desayuno, besos, abrazos y sexo. Hubo sobretodo de lo último, y ....Ahh... El sexo con Sebastian es, es alucinante.

Anoche fué sencillamente espectacular, la manera que el tiene de follarme a la vez de besarme y decirme te amo, y ver cómo a pesar de los años él sigue siendo el hombre musculoso que conocí.

— Buenos días mi amor, ¿En qué piensas? Tienes una sonrisa muy bonita.

Me dijo Sebastian entrando con el desayuno.

— En ti.

Respondí.

— ¿En mi? Que raro, nunca lo haces.

Dijo irónico.

— En realidad pensaba en tu sexo.

Sonreí con malicia mordiéndome el labio, mirando su erección mañanera.

— Ohh... En mi sexo... Ya...

Sebastian río.

— Dime una cosa, mi amor. ¿Has vuelto conmigo o con mi polla?

Lo miré colorada.

— Venga nena, me quieres a mi, o solo te gusta tanto como te follo que eres incapaz de abrirle las piernas a otro hombre, es eso, ¿Verdad?

Estaba jugando, quería jugar, a él le gustaba eso, ser mi dueño, dominarme en la cama, pensar y estar en lo cierto de qué yo era suya y solamente suya.

— Señor Stan yo...

Me sonrió malévola mente mientras me hacía la inocente.

— Yo necesito que tú... Me llenes de tu leche...

— ¿Si?- asentí — ¿Donde la quieres?

Se acercó poco a poco a mi, mientras dejaba el desayuno de lado y se acariciaba la punta de su polla, que ya se marcaba en su ropa interior.

— Aquí Señor Stan.

Me señale a la boca.

— Y aquí.

A los pechos.

— Y también aquí.

Y le abrí las piernas, enseñándole mi ya empapado coño, solo para él.

— Es usted muy avariciosa, señorita Miller, lo quieres todo.

— No quiero menos de lo que merezco señor Stan, eso me lo enseñaste tu ...

Me sonrió, esta vez con amor.

— Así es.

Se sacó la polla del boxer y la sacudió un poco, de un lado a otro, y con su movimiento mis ojos se iban tras ella.

— Es la hora del desayuno cariño.

— Sí, dame.

Abrí la boca esperando a que él me la llenase de su miembro, pero en lugar de eso me lleno la boca de fruta.

— Hmmm.... Corta royos...

Le dicté amenazando con los ojos entrecerrados.

— Hay tiempo suficiente, además ya tenemos que recoger para irnos, mi amor.

— Lo se, papichulo, lo sé. Nos espera nuestra nena.

— Hmm... Nuestra preciosa nena.

Suspiro Sebastian comiendo también su desayuno.

— Estoy orgulloso de ella, será una gran persona.

— Ya es una gran persona, Seb.

Dije.

Profesor Stan: A tu lado.Where stories live. Discover now