-Capítulo 1 "De nuevos y acostumbrados"-

554 33 3
                                    

—Así que, ¿qué te trae por aquí, Fran? —mencionó Guido mientras el aludido recogía sus útiles para salir del aula.

—Unos padres obsesionados con que tenga amigos —farfulló.

—Sí, se nota que no eres un chico de muchas palabras.

Fran se encogió de hombros, a la vez que observaba de forma disimulada cómo Alma abandonaba la sala. El cabello castaño se balanceaba en su costado cuando reía con sus amigas, y caía desparramado sobre su carpeta color verde agua.

—Mira amigo: ella es de las chicas más dulces de este ligar, y no lo digo porque sea mi amiga. No puedes venir un día y pretender que se enamore de ti; lleva un proceso.

— ¿De acuerdo? —dudó Franco.

—Estoy dispuesto a ayudarte —exclamó el chico, sin borrar su sonrisa —. Primero vamos al recreo. Voy a enseñarte tu casillero y esas cosas.

— ¿Cómo sabes dónde está? —escrutó.

—Voy a preguntarle a Ema —concluyó Guido, como si fuera la cosa más obvia del mundo.

Está loco afirmó la mente de Fran.

—No pienses que estoy loco, solo soy un chico directo.

El único "amigo" que tengo, puede leer mentes, genial. Vas por buen camino, Franco.

—Ok. ¡Ema, corazón! ¿Puedes venir un momento, linda? —sonrió coqueto acercándose al banco que la mencionada compartía con su mejor amiga.

—No voy a salir contigo, Díaz. No sé cuantas veces debo decírtelo —rodó los ojos, y unas carcajadas hicieron eco de su comentario.

—No iba a pedirte eso. Parece que lo deseas más que yo, porque lo sacas a colación cada vez que respiro —contraatacó.

— ¡Sueñas! ¿Qué quieres? —la frustración era visible en la joven que nunca se quedaba sin respuestas y que acababa de ser vencida.

— ¿Puedes decirme el casillero de Fran así lo guíe?

— ¡Ese es mi trabajo! Me lo asignó el rector.

—Si tantas ganas tienes de pasar tiempo con Sárter, invítalo a salir. Al casillero lo llevo yo.

—Como prefieras. Es el 238 —Guido sonrió victorioso y, con una mirada, le indicó a Franco que lo siguiera. De inmediato subieron al tercer piso.

Esta planta tenía todas las paredes cubiertas de estructuras de metal numeradas.

—Te ves sorprendido.

—Si, em... En mi anterior escuela debíamos llevar unas mochilas pesadísimas, no podíamos usar los casilleros porque siempre se descomponían.

—Pues bien: aquí los tienes, nuevos y brillantes; y el 238 está esperando por ti —comentó mientras le pasaba la pequeña llave que Ema le había cedido minutos antes.

Fran caminó lonto, buscando el número que le habían indicado y observó con curiosidad la cerradura.

—Es muy sencillo. Solo debes colocar la combinación y girar.

El chico siguió las instrucciones tomándose su tiempo hasta que finalmente logró abrir su compartimiento.

—Bien —dijo el ojimiel dando un aplauso al aire —. Si no te molesta voy al patio, tengo que reunirme con mis amigos. Pásate cuando termines, estamos siempre en las escaleras.

—Te veo luego —contestó Franco resignado a encontrarse con él en la próxima clase. Hacer amistades no era lo suyo y no se veía caminando hacia un grupo de desconocidos para adjuntarse.

Aunque no me prefierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora