-Capítulo 42: "Fuegos Artificiales"-

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— ¡Cinco!

El grupo de amigos se encontraba, cuatro meses después, en el patio de la casa de Paula. Cada uno con una copa de champagne en la mano.

— ¡Cuatro!

Los fuegos artificiales estaban a punto de iluminar el cielo para coronar el nuevo año.

— ¡Tres!

— ¡Dos!

Fran se apoyó en la baranda en un sector alejado. No quería estar festejando.

Definitivamente era todo menos un buen día.

— ¡Uno!

Los gritos de los presentes quedaron eclipsados por el sonido de los cohetes.

Una variedad de colores y formas se representó en el firmamento, haciéndose eco de la felicidad de la población. De la de todos menos de la de Fran.

— ¡Feliz año nuevo, Fran! —sonrió Alma, tirando los brazos alrededor del cuello del chico.

—Gracias —su voz sonó ronca —. Igual para ti.

Ella ni siquiera deparó en lo raro de su tono. Él tampoco se lo diría.

— ¡Brindemos! —gritó Marcos, parándose frente a todos con la copa alzada. Debido al llamado, Alma corrió hasta el lugar donde estaba el resto.

El resentimiento picó dentro de Fran. Aún no podía creer que hubiesen invitado a Marc.

— ¡Por los amigos! ¡Y por un último año de escuela llenó de diversión!

Los demás se hicieron coro de su exclamación.

Franco los ignoró y se escabulló hacia adentro.

Nadie lo notó.

Ey, Fran.

Alégrate, es año nuevo.

Negando, en desacuerdo consigo mismo, tomó su chaqueta de la silla y salió al aire fresco de la noche.

La manzana estaba vacía, tal como se esperaba en esas fechas.

Resignado a no conseguir un taxi, comenzó a caminar calle abajo.

— ¡Franco! —Guido se encontraba parado en la puerta — ¿A dónde vas? Acaban de invitarme a una fiesta, ¿me acompañas?

—Pregúntale a alguno de los otros —se volteó con las manos en los bolsillos, mirándolo directamente a los ojos.

El chico se acercó lentamente a él, acomodándose los lentes sobre el puente de la nariz.

—Si quisiera ir con alguno de los otros, lo haría. Te lo estoy preguntando a ti.

No vuelvas a caer en eso, Fran.

La última vez que te dijeron algo lindo se marcharon.

No de nuevo.

De verdad lo agradezco, pero mi madre acaba de llamarme y quiere que vuelva.

— ¡Oh! —Guido frunció el ceño —. Pues te veré luego, entonces. Que tengas un feliz año nuevo.

—Igual —intentó sonreír y se dio la vuelta.

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