-Capítulo 6: "Averno"-

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—Mamá —gruñó Alma.

—Voy a ayudarte a llegar a la cocina, ¿sí?

—De acuerdo.

Al pasar por el living, vieron una mochila y una valija tiradas en el suelo. La más chica de las dueñas de casa comenzó a enfadarse por el desorden.

—Hola primita. Veo que te tropezaste, algo muy raro en ti —rió un chico alto y castaño que salía del pasillo central —. ¿Te acuerdas de mí? —abrió ambos brazos con una sonrisa asomando en sus comisuras.

—Claro. El intento de humorista —comentó, haciendo una mueca.

— ¡Vamos! ¿No me darás un abrazo? No nos vemos desde navidad.

Ella rodó los ojos, sin embargo, se acercó a su primo y se escondió entre sus brazos.

—Sabía que me extrañarías —se burló él.

Alma se alejó con una sonrisa de medio lado y lo golpeó en el hombro.

— ¿Qué te trae por aquí?

—Mis padres quieren reconstruir su matrimonio —giró los ojos —. No me dijeron precisamente eso, sino que aprovecharon el pequeño detalle de que me expulsaron de la escuela para mandarme contigo y tía Patri.

— ¡¿Te expulsaron?! —exclamó la mamá de Al.

—Yo también te eché de menos —luego de sus palabras, procedió a abrazarla.

—No zafarás de esta, Samuel.

El aludido frunció el ceño.

—Juro portarme bien si no me llamas por mi segundo nombre.

La mujer pareció pensarlo.

—Trato. Amo negociar contigo —le apretó una de las mejillas y desapareció en dirección a su cuarto.

—No sé cómo viviré tanto tiempo contigo —susurró Alma.

—Tranquila, te acostumbrarás.

—Estamos haciendo una torta —dijo Juli, que en ese momento salía de la cocina. Al ver al visitante, se quedó muda —. Al, ¿qué sucede?

—Pasa que su primo querido llegó de visita —se adelantó a responder Felipe, a la vez que giraba para mirar por primera vez a la dueña del comentario.

La cara de la joven era para una revista: los ojos abiertos y los labios separados. Para reducir aún más su dignidad, respiraba agitadamente.

—Saca una foto, te durará más —habló con un tono coqueto y acompañó la frase con un guiño.

—Por favour, pasemos a la cocina antes de que me muera en medio de la sala.

Julia pareció salir de su trance y comenzó a ruborizarse.

—Sí, vamos —murmuró y se dio la vuelta.

Una vez adentro, observaron como Lara (de espaldas a ellos) removía algún tipo de crema en una olla, al tiempo que bailaba al ritmo de una canción imaginaria.

Felipe soltó una carcajada y se apoyo en el marco de la puerta para disfrutar del espectáculo.

La voz del joven había alertado a la cocinera, quien se giro de inmediato, dejando al descubierto una escena aún más lamentable: Lara llevaba puesto el delantal favorito de la madre de Alma, el cual tenía impreso con letras leopardadas "Sexy Cocinera"; en una mano sostenía un batidor rosa —aquel que le había regalado a su amiga en un lejano cumpleaños y que nunca había utilizado debido a sus pocas habilidades culinarias— y, en el costado derecho del labio, tenía una mancha de chocolate.

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