-Capítulo 17: "¿Escapar de los problemas? ¡Nunca!"-

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—Apúrate, Alma. No puedes tardar tanto tiempo con tu cabello —gruñó Lara.

—Créeme que sí puedo —sonrió la otra, la cual ya salía del cuarto de baño con una perfecta trenza hecha en su cabello.

—Vamos, camina. Quiero llegar a la excursión —apuró.

— ¿Juli?

—Se fue con Mar. Dijo que tenían que discutir algo —se encogió de hombros ante la mirada confundida de su amiga —. No lo sé, ambas andan bastante raras.

—Nos enteraremos en su momento, supongo...

Las dos chicas salieron al corredor parloteando y se dirigieron hacia el recién descubierto ascensor.

— ¡Estoy tan emocionada! —exclamó Al repentinamente —. Amo estos viajes.

Ambas ingresaron a la caja metálica y presionaron el botón que correspondía a la recepción.

Pero, en el momento en el que las puertas estaban a punto de cerrarse, una mano se interpuso.

~

— ¡Marcos! —bramó Fran —Sal de una vez.

—Tranquilo, Franny —contestó este al salir —. Esta preciosa cara no se consigue sin un poco de tiempo matutino —le guiñó el ojo.

¿En serio no había otro lugar para dormir?

¿Ni siquiera en el cuarto de limpieza? Pensó Franco, harto de aguantar al niño mimado con el que llevaba apenas veinte horas.

—Creo que deberías intentarlo alguna vez —colocó una mueca pensativa —. Ya sabes, lo de mirarte al espejo, o te quedarás solo para siempre— añadió esbozando una sonrisa, para luego pasar de largo y atravesar la puerta.

¡Auch! Golpe bajo.

— ¡Felipe! —exclamó, con los nervios de punta gracias al moreno —Levántate, tu sueño de belleza no puede ser eterno — lo golpeó con una almohada.

— ¡Mamá! —estiró, tapándose con la sábana —Pretendo dormir.

El chico que estaba junto a la cama contrajo su cara en una mueca de desagrado.

—Antes de ser tu madre, me convierto en trapecista. Y eso que soy un inútil —volvió a darle con la funda llena de plumas.

— ¡Fran! —se levantó asustado —, ¡debemos irnos! ¡Te dije que teníamos que llegar antes que ellas! ¿Por qué no me despertaste? —gruñó, poniéndose en pie con una energía que lo diferenciaba del dormido chico de hacía unos segundo.

El ojiazul rodó los ojos. Soltó la almohada y volvió a recostarse sobre la cama ya tendida. Después de todo, no creía que Feli tardase menos que Marcos.

Unos veinte minutos después, ambos cruzaron el umbral de su habitación con un sonriente Felipe y un ceñudo Franco.

— ¡Mira! —susurró Feli, colocándose tras una columna que había en la mitad del pasillo —Las chicas están por subir al ascensor.

— ¿Y? —comentó el otro, totalmente confundido. No estaba para bromas.

Felipe se pegó en la frente con una mano.

— ¡Serás idiota! Debemos ir. Así no podrán escapar de nosotros.

¡Ah! Era eso.

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