~Prólogo~

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Era una sensación extraña y jamás sentida. Él, que siempre tenía una sonrisa para todos y era amable y querido, acaba de ser ultrajado de la peor forma posible. Tal vez no hubieron golpes, ni tocamientos como su mente asustada pensó que ocurría cuando ese Alfa le encerró en aquel baño; pero sí hubieron palabras crueles.

-Eres solo un Omega más del montón; ¿y crees que voy a rebajarme para pedirte que me la chupes? -Había escupido con furia el chico un año mayor que él. -Puedo conseguir al Omega que yo quiera y tú negativa solo me hace reír.

El joven Omega de quince años se abrazó más a sí mismo mientras veía al Alfa marchar del baño donde lo había acorralado. Sus propias manos dándose caricias en los brazos y tratando de arreglar la ropa que ese chico había desorganizado con sus tirones. El llanto llegando a él cuando sus palabras se repetían una tras otra en su cabeza.

Pasos se escucharon de nuevo cerca del baño en el silencioso pasillo del instituto, todos sus compañeros estaban en el recreo y seguramente almorzando en la cantina. Así que, con el miedo de que volviera a ser ese Alfa al que había rechazado su cita, corrió a esconderse en uno de los cubículos. Los pequeños pero seguros pasos entraron al baño que él sabía pertenecía a los escasos tres Betas de su institución.

El recién llegado lavó sus manos de las manchas de ketchup y miró su reflejo en le gran espejo cuando su ceño se frunció, su lobo se removió inquieto y el sonido de un llanto mal retenido llegó a sus oídos. Girando a ver a los baños cerrados de cubículos sus ojos se detuvieron en el de la esquina y de dónde provenían los ruidos. Acercándose sigiloso sintió la oleada de feromonas que le incomodaron.

Al otro lado de la puerta había un Omega, llorando bajo y con su lobo llamando por ayuda y protección. Su cuerpo entero se destensó y colocó con tacto su mano derecha en el pomo de la puerta.

-Hola. -Susurró bajito, la respiración del Omega al otro lado se detuvo unos segundos. -Parece que necesitas a un Alfa para que te proteja. -Murmuró, a sabiendas del instinto primitivo innato de los Omegas por esa necesidad. -Mi lobo y yo no podemos trasmitirte eso, pero podemos darte calma si nos dejas.

Una eternidad angustiosa y tensa después, la puerta del cubículo de abrió desde dentro. El Beta miró al joven chico, un año menor, temblar en su lugar. Extendiendo en silencio una de sus manos para que fuera tomada y le otorgara esa relajación que necesitaba.

El aroma del Omega, dulce y empalagoso, siendo una extraña mezcla que no podía definir del todo de masa caliente y caramelo floral inundó los pulmones del mayor llegando hasta su lobo. El menor elevó su vista cuando el Beta expuso sus feromonas naturales que por segundos conseguían relajarlo, la mezcla sutil de varios aromas neutrales similares a los que podrías encontrar en una librería.

Ese fue el instante en que Jeon JungKook mostró sus perlados y brillantes ojos azules como diamantes por primera vez a su Beta, Park Jimin, el cual dejó destellar e iluminar sus propios ojos en el dorado más cálido de su animal.

Ese fue el instante en que dos destinados, de tres en realidad, se encontraron.

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No todo es trabajo del Beta ⁓ VKookMin ⁓ TaeHyung, JiMin y JungKookWhere stories live. Discover now